Imagen de la red
Traspasa la fronda azul
de un insomnio de vidrio
y apura sus pasos
ante la verticalidad
de los suburbios.
La muerte escapa de los siglos
y se acopla a la carrera delirante.
Los tambores del destino se desatan.
Músicos fantasmas escalan la noche.
Un aire cárdeno desciende por los alvéolos,
mientras el corazón,
acicateado por el tam-tam,
redobla su huida desenfrenada.
Orillando el abismo,
una última nota detiene la orquesta
y la aurora –tijeras en mano-,
cercena de un tajo
la homérica pesadilla.
©Trini Reina
Octubre 2009
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