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22 de diciembre de 2018

La charla...

 


A cada pregunta o palabra que le hacía, ladraba.
Sus ladridos alternos la enojaban y, aun así, proseguía la charla: que si esto o aquello, que si tanto o cuanto, que si qué lejos, qué calor, qué gentío, qué nubes... Alzaba la voz interrogadora o le susurraba melosa. Era como un reto, un darse contra el muro. Malgastando sonrisa y paciencia insistía. Y, por respuesta, ladraba. 
Al cruzar la esquina tomó la decisión: a partir de mañana dejaría al marido en casa y saldría a pasear con Taby.

©Trini Reina
Octubre de 2013

                                                                                                                                                               Obra de Pierre Auguste Renoir 


20 de diciembre de 2018

La bitácora...


Me cautivaban las historias que allí leía. Cada mañana, al levantarme, entraba en aquel blog y, mientras desayunaba, me extasiaba leyendo las letras en prosa o verso que su autor editaba. Siempre a las cuatro de la madrugada y diariamente.
Leía lo último y, si iba bien de tiempo, ahondaba hasta el fondo buscando viejos poemas, que no por releídos, disminuían su perfección.
Como digo, era aquélla una bitácora de gran calidad literaria, que me inspiraba, motivaba y entusiasmaba.  Pero un día, cuando me dispuse a opinar sobre unos versos extremadamente buenos, de ésos que te tocan los centros y te traspasan hasta la entraña, surgió una ventana emergente, exigiéndome demostrar que yo no era una humana y me conminaba a transcribir unos signos poco inspiradores y aún menos literarios. Mi ojos cansados casi se apagan ante algo tan inteligible, que hasta los dedos se anquilosaron sobre las teclas, cuando se vieron forzados a escribir aquella “dichosa” palabreja antispam.
Ha pasado un tiempo y aún me siento ofendida de que se dudase así de mi índole robótica.

 ©Trini Reina
mayo de 2013

Imagen tomada de la red

 

3 de diciembre de 2018

Entelequia XXVI

Una esfera transparente le persigue.
Si escala alcores, rueda al ritmo de sus pasos; si desciende abismos, imprime prisa a su rodar.
Le persigue, le acosa, le hostiga hasta atropellarle y lo aplasta con su peso ingrávido. Un dolor anónimo, en un punto indeterminado del tórax, se eleva y desciende, punzante. Y, aunque gasta empeño en incorporarse, le esquiva el equilibrio. Desde el suelo, boqueando le pregunta qué pretende, qué quiere, qué es que así le oprime. Y, sólo para sus oídos, una voz, como de ultratumba, responde: “soy el vacío de tus sesenta años de contravida”.

©Trini Reina
Diciembre 2012
Obra de M. C. Escher

22 de abril de 2018

El vigía



El  vigía reposaba en su poltrona. Sus deformes pies apoyados en el panel de mandos. La triangular cabeza el en respaldo. Semicerrados los oblicuos ojos. En éstas, un sonido atronador se oyó rompiendo el hondo silencio y una riada de luz acabó de despabilar al extraño centinela.
- Ya están otra vez estos terrícolas fastidiando el universo con fuegos de artificio - se dijo. Y poniendo en marcha su nave abandonó por esa noche su zona de vigilancia…

©Trini Reina/octubre 2005

20 de diciembre de 2017

Te extraño (MicroProsa)


Después de tanto tiempo juntos, de compartir horas, casa, sábanas, furia, insomnio, delirio, de que me provocaras flaqueza, llantos, odio, desánimo, temores, de combatir con natural ahínco o artificiales dosis esa gran pasión tuya hacia mí, te extraño. Te extraño tanto, Dolor, que tu ausencia ha convertido mi vida en paraíso.

©Trini Reina/2013
Obra de Childe Fredereick Hassam

13 de diciembre de 2017

La fiesta (Microrelato)


Tras las luces del baile, la noche ennegreció los contornos del hotel. Desafiando hora y frío, la chica de la máscara se lanzó a la piscina y, festiva, comenzó a nadar.
No tuve elección; su desaire me mordía como al aire la guadaña.
Fruncí mi odio y fui tras ella. Su último suspiro fue mi dulce medicina. Ahora era una estrella apagada dentro del agua.
Sobre la hierba abandoné mi disfraz de ángel. La madrugada confundió mis huellas con el barro.

©Trini Reina/2012

4 de diciembre de 2017

Microcuento I


Érase una vez un cuento minúsculo. Tan pequeñísimo era, que fue devorado por las letras.
En cuanto el autor trazaba un signo sobre el pergamino, ellas, voraces; así mismas se rumiaban y auto-engullían.
Por lo tanto fue un cuento tan nimio, tan insignificante, que ni tan siquiera en él existió absolución para el punto final.

©Trini Reina
mayo de 2005

22 de agosto de 2016

La espera...


Pasaban los minutos y no llegaba. Miraba al móvil de reojo. Al rato, bajó a la calle por si venía, no fuese que no recordase la dirección que le diera. Subió, cada vez más nervioso, y se acodó en la ventana. Vio pasar un coche y se relajó, creyendo que era el suyo.
De dos en dos bajó los escalones y, pasados unos minutos, subió exasperado. La impaciencia le hacía caminar de la ventana al teléfono, por si por alguna razón (imposible) no hubiese escuchado el timbre de llamada. Pasaron las horas, trepaba la inquietud, se encrespaba la desesperanza…

Avanzaba la tarde, cuando, rendido y pesaroso, admitió que, una vez más, le había dado largas… el fontanero.

©Trini Reina
13 de agosto 2012
Imagen de la Red

5 de noviembre de 2015

Inmortal (Microrelato)


Siempre lo he dicho: la vieja es inmortal.

Mírala, ahí sentada, inmóvil, la vista gacha y esa mueca perpetua de asco en la boca.  ¿A qué parece que no respira? Pero lo hace, claro. Y grita y maldice y malmete y blasfema e inventa trolas contra mí. Inmortal, lo que yo te diga.

¿Escuchas las campanas? ¿Por qué sonríe ahora la vieja? Fíjate, se pone de pie sin ayuda. Ahí viene, mira cuán ágil se acerca ¿Es que hoy no le fastidia la artrosis? ¡Pero mira cómo levanta el brazo y…!

Siempre lo supe. Tenía que ser ella, precisamente ella, la que cerrara este féretro, donde al fin, de ella, reposo.

©Trini Reina
16 de septiembre de 2012
Imagen de la red

30 de noviembre de 2011

Arthur

 

Imagen tomada de la red

¡Arthur, a la derecha! ¡A la derecha, Arthur!
Arthur se paró en seco, le miró y, sin mover un músculo voluntario, esperó.
Cuando aquél que le gritaba tomó la senda que había pregonado, Arthur salió de su quietud y, brincando, siguió a su amo.

Trini Reina
30 de noviembre de 2011


9 de octubre de 2011

Insomnio


Lo buscó por las cuatro esquinas de la alcoba, entre las lágrimas cristalinas de la araña, los pliegues de la colcha y en las plumas de la almohada. Lo llamó en un susurro y, percibiendo que la suavidad no lo atraía, a gritos lo reclamó el cuerpo desmadejado. Mas el sueño, rebelde, se negó a comparecer. Ya de madrugada, colmada de desesperación, abrió los ojos de par en par y se dejó poseer por los garfios del insomnio.

©Trini Reina
 Octubre 2005


 

14 de noviembre de 2010

Microrelato

 


De Franz Marc "El tigre"

Trasminado llega el aire por aromas a mediodía. En la cumbre de la siesta enfrenté la mirada abisal de un tigre y en su glauca retina avisté el imperio de la hora en que el sol desabrocha sus gruesos rayos. El felino, a su vez, me devolvía la mirada desde sus pupilas sin olvido.

©Trini Reina
Noviembre 2010