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9 de mayo de 2019

Adaptación (De lo Cotidiano)


Hace unos días, en mi última visita al oncólogo, entró en la consulta el Doctor Luis de la Cruz, jefe del Servicio de Oncología Médica en el Hospital Universitario Virgen Macarena. Me preguntó si yo era Trinidad, a lo que, por supuesto, asentí. Y me dijo entre otras cosas, que no vienen al caso que he de ser consciente y considerarme una sobreviviente…
Más tarde, otro día, leo en una novela casi intrascendente, esta frase: “El que sobrevive no es el más fuerte, sino el que mejor se adapta…”
Busco el dicho en Google y veo que su autor fue Charles Darwin, quién dice: "No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios".
Y, otra cosa no, pero adaptarme a los cambios que esta enfermedad ha causado a mi vida creo que lo he hecho con celeridad y sin demasiado trauma. Aunque bien es cierto que con algo de dolor.
El pelo, que es lo de menos, la figura, la movilidad, los días cedidos a la cama, al hospital, al sueño impuesto… El bastón, el andador, la cuasi invalidez. La pérdida de autonomía, el depender de otra persona, el no poder tirarme al suelo mientas abrazo a mi nieta ni cogerla en brazos ni…

En fin… que seguiré adaptándome a la pérdida de mi íntima libertad hasta el último suspiro.

Trini Reina/Mayo 2019

26 de marzo de 2019

Cotidianidades: Cosas de niños


Cosas de niños…

Dice mi nieta  Graciela, que las comidas que más le gustan, las que más buenas están, son las que come en mi casa, el día que le toca comer con el abuelo y conmigo.

Yo la miro con sonrisa complacida y un deje de dolor de ausencia en los ojos, y me consuelo sabiendo que, también por el estómago se ganan muchos corazones.

Cosas de niños. Sencillamente.

Trini Reina/2019

18 de agosto de 2018

Agosto (De lo cotidiano)



Los jazmines, exhortados por el sol de la mañana, exhalan su fragancia, que se mezcla con el olor de la tierra sedienta que alguien acaba de regar.

Al trote marcha un perro de raza indefinida. Va sin resuello, la lengua fuera, jadeante. Al cruce surge una chica que acude a trabajar. En sus andares se adivina la escasa alegría que promete la obligada cita. A lo lejos dos señoras suben, a paso cansino, las escalinatas de la iglesia.
Los obreros se afanan por terminar las labores en la solana y así, a mediodía, conquistar la sombra.

Algunos árboles cercanos, barruntando el otoño, ya exhiben un amarillo temprano en sus ramas y, a los pies, muestran una alfombra incipiente de hojas muertas.

El pecho descubierto, aceitado, y más bronceado que San Lorenzo, un señor, recién traspasada la cuarentena, corre. En las manos porta dos pesas deportivas. No puede más, aminora la carrera, suda y boquea, intenta reanudarla, es imposible, a duras penas acepta su derrota y busca el camino más corto hacia su casa.

Las nueve de la mañana. Las campanas repican a misa matutina. En el parque contiguo los jardineros se esmeran con el césped y al aire, hoy de Poniente, lo hiere el penetrante aroma de la hierba segada.

Recién amanecido el día y ya se ciñe su tórrida vestidura de agosto.

 ©Trini Reina/ agosto 2008

16 de junio de 2018

Viernes y junio (De lo cotidiano)


Por sobre el ruido punzante, antipático y humano
que al alba quiebra la tranquilidad en la calle;
la fiesta vital y perfecta de los pájaros del patio
en esta mañana de viernes y junio.

 ©Trini Reina/2014

20 de mayo de 2018

Momento II (De lo Cotidiano)



Pasa la tarde arrastrando sus sandalias grises. Llueve, y eso no nos extraña ya en esta tierra, de donde se ha exiliado la sequía. Dicen que alguna vez nos hostigaban los anticiclones, pero la memoria es delgada en ocasiones y parece que nos nacimos en la tormenta.
Crepita el silencio, si exceptuamos el rachear de las ruedas de los coches sobre el asfalto desbordado, y ese sonido me sirve de acompañamiento, mientras leo, voz a media altura, poemas de Ángel González.

Allá, traspasada mi ventana, los pajarillos, acaso gorriones, reservan sus alas empapadas de la intemperie (aunque difícilmente lo consigan), y cruzan el cielo otras aves más audaces, en pos de las marismas.

Alguien sale desde su casa a la escalera, dando un portazo, y baja a saltos, de dos en dos, los escalones, rasgando así la momentánea serenidad que me mecía.


©Trini Reina/Marzo 2010

4 de mayo de 2018

La vida a plazos...


Que sí, que puede que el ascensor se desplome y quede tu cuerpo como el país de un abanico. Que nunca se está a salvo de que algún desdichado, fardando de lata, pise de improviso el acelerador, o que una esquina antes haya burlado un control  de alcoholemia de improbable superación; o que una ventisca espontánea derribe un tiesto siete plantas más arriba y te corone de flores la testa y el sepelio.

Que sí, que no se está libre de que te desvalijen la cartera y la vida, ni de que un infarto decida, después de tanta batalla, de golpe fulminarte.
Pero hoy es imposible controlar esa pelea de gallos en la barriga,
ni borrar con maquillaje el amarillo sin sol del semblante, ni obviar el miedo, que se arrellana a sus anchas en el palco de las pupilas.

Y de golpe, el silencio, la quietud reconquistando los órganos, el inexplicable júbilo de los enfermos cuando le prolongan los plazos.

...Y sales por aquella puerta,
y la entornas,
y dejas atrás camillas,
batas inmaculadas,
murmullos,
el pánico maniatado de los que esperan,
la voluntaria que ofrece café o caramelos
para endulzar la incertidumbre
y entonar la confianza.

Y subes
-rediviva-,
las escaleras,
como si de espuma se tratara.
Y sales a la calle.
Sales a la calle
y recuerdas respirar…

©Trini Reina/diciembre 2011

17 de abril de 2018

Tarde de abril



Un capote de nubes enluta la tarde, tan azulada minutos antes. Aún no llueve, pero ya clamorean los truenos en la lejanía. Algunos niños vocean en el soportal, disputándose la pelota, emulando a sus jugadores favoritos. En casa duermen una siesta pasada de hora y el vecino de abajo escandalosamente estornuda. El tráfico disciplina al asfalto, recién restaurado, y el viento goza soliviantando ramas de árboles, autóctonos y exóticos, del jardín frente a la ventana. Asomada a ella, observo a los gorriones, que  caminan a saltitos, picoteando algunas migas de pan que les arroja la viuda de la buhardilla. El espíritu se confabula con el entorno y un deja vu me traslada a un escenario enmarañado a los caireles de la memoria.
Tarde de abril. Desde mi atalaya la calle es platea donde desfilan, irrepetibles, los instantes de la vida.



©Trini Reina/Abril 2010

3 de abril de 2018

Momento...(De lo Cotidiano)



En esta tarde sabatina y ancha paso las horas leyendo a poetas casi desconocidos, y en cada verso se acrecienta en mí la tristeza al percibir tanta belleza relegada.

En la calma profunda donde me hallo, de repente algo me sobresalta. Es un cohete que estalla y rompe el hilo del penúltimo poema.
Vuelvo mis ojos a la transparencia de la ventana y percibo cómo el aire es caricia brusca sobre las ramas que oscilan alocadas en el jardín de enfrente, mientras el sol va plegando sus cabos amarillos.
El tiempo de las afueras parece desapacible; cosas de la primavera que, a veces, se deleita jugando a ser otoño. Los sonidos de la calle traspasan los cristales: el constante rachear del tráfico, las altas risas adolescentes, el murmullo del partido en el patio cercano, algún pájaro arribando al nido, más cohetes…
Dice el reloj que son las siete y la luz rojiza del cielo lo certifica.
Una motocicleta acelera al sobrepasar la rotonda y, a su paso estruendoso, el silencio decide acentuarse.
Entonces, regreso a mis libros y, mientras sus obras leo, libero a estos poetas del parcial olvido.

©Trini Reina/Marzo 2011

6 de febrero de 2018

Un día como tantos...(De lo cotidiano)


Cuando requieres silencio y alguien, a tu lado, pone rock a gran volumen.
Cuando quisieras llevar gafas que solo capten la belleza.
Cuando deseas hallarte frente al mar y sólo estás en la autopista.
Cuando ansías que brille el sol y el azul, pero una lluvia impertinente mancha las lunas del auto.
Cuando todo es gris: el día, los árboles, el asfalto.
Cuando reparas en la Torre Pelli, tan ajena.
Cuando la gente corre sin sonrisa y con paraguas.
Cuando sabes que no podrás comprar todos los pañuelos de los semáforos.
Cuando, en la parada del bus, la gente no se mira porque sus ojos están atados al móvil y a sus dedos.
Cuando el listo de la mañana comete una infracción y ni se inmuta.
Cuando la Policía asiste en un accidente y, mientras curioseas, casi te das de bruces con el que te precede.
Cuando admiras la Torre de los Perdigones y crees ver un faro.
Cuando te santiguas ante la Basílica y te suspendes en Las Murallas.
Cuando giras hacia el Parlamento, tan soberbio y callado.
Cuando a sus puertas ondean las pancartas y los gritos de los que,
con los pies y el ánimo encharcados, se revelan.
Cuando llegas a destino y te llaman y pasas…
Cuando de regreso llevas rehabilitada la decepción y en cabestrillo la esperanza.
Cuando te preguntan ¿Qué escribes? Y contestas: ¡Bobadas!


©Trini Reina/2014

9 de noviembre de 2017

De lo Cotidiano/Patio Interior


Insiste la flauta. Mejor diríamos, re-insiste el niño. Sopla  con tan poco arte que el instrumento sólo emite notas en desequilibrio.
Patio interior.
Se arrastran muebles, se martillea, se porfía, se ríe, aumenta o disminuyen las voces. Se bajan y suben las escaleras; a veces con civismo y otras a la carrera. Suena un teléfono, las persianas se bajan sin sutileza. La vecindad bulle, aún en la sobremesa. Repican los timbres, vajillas y cubiertos van de la mesa a la cocina, a veces alguno cae y estrepita. Una lavadora centrifuga mientras un microondas tintinea.
Pasan las cuatro de la tarde. Tarde de otoño y cotidiana; despejada de cielo y seca.  
El cuerpo me pide descanso y la mala noche demanda siesta. Pero los sentidos no reposan y los pensamientos se atraviesan. En el patio interior se consagran los ruidos y los aromas se mezclan.
Las cuatro y media y huele a café, incienso y faena.
Yo leo sin mucho empeño, y la flauta suena y suena…

©Trini Reina/Noviembre 2017
Imagen de la Red

10 de octubre de 2017

Cinco años...Hoy, quince


Cinco años parecen nada:
mil ochocientos veintiséis días,
doscientas sesenta semanas,
soles multiplicados,
lunas que menguan y ensanchan,
campanas de risas,
cascabelillos de lágrimas,
ánforas de alegría
y, en un pomo,
alguna pena amarga.

Un lustro parece nada
cuando se tienen veinte años
y la vida se divisa ancha.
Pero si sumas otoños,
como hojas mueren en las ramas,
y la vida te añade
alguna circunstancia extraña,
que sobre ti extiende
nubes de inciertas aguas,
si concluye la tormenta,
si los relámpagos se apagan
y quedaron firmes en el jardín
los jazmineros y las dalias,
y sigue tu corazón amando,
y en tus ojos fulgura la mirada,
si el alma danza en tu seno
y la felicidad aureola tu estampa,
a esos cinco años pasados,
en que la maldad campaba...
has de sumar fe y primaveras,
minutos y horas y esperanzas
sin olvidarte de vivir,
con la victoria enarbolada.

©Trini Reina
Escrito en Octubre de 2007 y reescrito en 2017
Pintura de Michael Gorban 

16 de agosto de 2017

De lo Cotidiano / Amanecida

 

Observo al día que flamante nace -ahora tan nuevo, y viejo en horas-.

Pregunto al rosicler qué traerán hoy sus nubes desvaídas, pero el silencio es respuesta que ni resta ni otorga. El aire promete alivio en este verano que caduca y es una delicia su límpido aroma. Los sonidos son distintos que ayer y, sin embargo, afines. El jardín languidece un punto más, añorando una lluvia salvadora. Ante mis ojos embargados una hoja cae en su temprana muerte.
De la noche y sus desvelos sólo queda un recuerdo ingrávido. Tinieblas.
La inquietud virulenta, que en mi corazón se elabora, pierde tenebrosidad ahora que el cielo derrocha claridad sin remiendos de sombra, e intento fugarme del trémulo latido que al alma trastorna.

Observo al día que flamante nace, con un déjà vu que me desborda.

©Trini Reina/2009

13 de julio de 2017

De lo cotidiano... (Abuelos)


Dice la voz popular: hay gente para todo… Cosa que yo comparto, por supuesto. Y, como hay gente para todo, sé que existen abuelos que no quieren saber nada de sus nietos, hijos que no soportan a sus padres, padres que dimiten de sus hijos, dueños que dan mala vida a sus animales, y así...

Por tanto, y a lo que iba, confieso querer a mis niet@s. Adoro a la que ahora tengo, y sé que adoraré a los que, espero, más temprano que tarde, lleguen. 
Por eso me gustaría que, cuando un juez dicte sentencia de separación o divorcio, bien a favor de la mujer o a favor del hombre; bien en paz o en “guerra”; agregue una cláusula que hable sobre los derechos de los abuelos: maternos y paternos, por igual.

Sé que, en esta situación que comento, hay miles de abuel@s. Abuelos que SÍ quieren tener cerca y ser partícipes del criar y vivir de sus niet@s. Sus avances en el país de la vida: los primeros pasos, sus nacientes palabras, sus constantes preguntas, los cambios cotidianos. Secar sus lágrimas, reír al son de sus risas, mimarlos, dejarse abrazar por ellos y respirarlos y olerlos y sentirlos latir y abrazarlos… Abrazarlos tan a menudo como sea posible, y más. Que a los abuelos nos pesa la prisa y nos pisa el calendario…


PD:Ahora que todos luchamos y rogamos por los derechos de la mujer, cosa que hago y alabo, muchas veces pienso que las abuelas somos las grandes olvidadas, dentro de estas reivindicaciones, y por eso quiero recordarlo a diario. Recalcar que, también somos mujeres las abuelas… 

En una tarde de verano y calor y julio... Trini Reina

28 de junio de 2017

De lo cotidiano, Nubes y azules


Asoma el sol tras una nube y sus rayos reverberan en la pared encalada.
En la sombra en que me hallo se produce un instante de luz suprema.

Un gorrión recolecta migas de pan entre la grama que tapiza el jardincillo. De repente, se hace agua la ventana. El pájaro alza su vuelo y se refugia en las frondas del ligustro.

El chaparrón finaliza tan aprisa como comenzó. El sol reaparece y el ave vuelve por su sustento.
Una lagartija repta sobre las piedras y se ampara en la hojarasca.

©Trini Reina/23 de junio de 2014

18 de junio de 2017

De lo Cotidiano, Domingo


¡Qué alegría despertar al alba
con la sensación de haberlo dormido todo!

Un instante después te percatas de que es domingo
y, ni labores ni honores,
ni disciplinas ni pamplinas,
a madrugar te obligan.

Entonces,
-como un tejado resentido-
se te desploma el regocijo.

 ©Trini Reina/junio 2017
Pintura de Mary Jane Ansell  

10 de mayo de 2017

De lo cotidiano, La alarma


Nadie la silencia. Nadie. Suena la alarma de un coche bajo mi ventana. Suena, suena, suena… Nadie acude a detener ese sonido impertinente. Pasan los minutos, se suceden los portazos, los precipitados pasos en la escalera, unas llaves que al mármol caen, la maldición…
Suena, suena, suena.
De repente, el paréntesis, el tremendo silencio que sucede al espanto del ruido.
Luego, lentamente, retornan los sonidos cotidianos que, ahora, tras el estrépito, incluso parecen soportables.

©Trini Reina
abril 2014 
Pintura de Ernest Descals

14 de marzo de 2017

Paisaje cotidiano


Una niña llora
a berridos imposibles
-de oírla duele la garganta-;
una tos antipática
se mezcla con el chirrido
de la puerta de siempre:
el bus de las cinco que pasa
con cinco minutos de retraso;
la última mudanza
afina dos centímetros
la escalera
y zarandea la paz
de los viejos vecinos.

La niña lo consigue
y clausura el llanto.
Y sale de casa con patines,
y baja a golpes
-de rueda y de ruido-
los escalones,
mientras, ufana y vencedora,
dice adiós a su abuela.

El quejido de la ventana
al tope de su riel;
el racheo de los cordeles
cuando a toda prisa
recogen la ropa;
la pinza que se precipita al patio
que pagaron todos y disfruta uno;
la lluvia que arrecia y rompe
contra el tejadillo de zinc;
el trueno a lo lejos,
el viento que pasa y rola
y rola y pasa…

Pasa…
como la tarde,
como el trajín de la escalera,
como la vida.

©Trini Reina/11 de abril 2012

22 de febrero de 2017

De lo cotidiano (Voces)


El patio interior, por unos instantes, parece escenario donde se celebra la venida de la primavera.

En el encuadre, el sol es foco que oscila del azul al gris, al azar de claros y nubes inconstantes; las plantas decorativas, por lo común tan sumisas, aparentan fronda de hojas prietas y rutilantes, y un escándalo de pájaros, con su tremolar de alas, con sus idas y giros, y píos y píos, y piares…
El patio es espectáculo que bulle y trasmina mis sentidos aletargados.
De repente cae el telón.
Los pájaros huyen o callan, las plantas regresan al invierno de sus tiestos y el sol se deja vencer por nubes y pereza.

Salen al patio las vecinas del primero y rompen el hechizo con sus voces, que conversan sin respiro y algunos decibelios por encima de las leyes (no escritas) de la siesta.

Se espanta Primavera y retorna a su caverna.
Es febrero, espera, aún es pronto, recuerda

©Trini Reina/febrero 2017
Imagen de la Red

9 de febrero de 2017

De lo cotidiano, Brevísima lista de...


Brevísima lista de los verbos míos de cada mañana

Amanezco, resuello, incorporo, bostezo, elijo, ducho, seco, revuelvo, ventilo, barro, resuelvo, tiendo, medito, peino, maquillo, decido, telefoneo.
Visto me.

Desayuno, salgo, cierro, bajo, camino, tropiezo, temo, recapacito, asoleo, sonrío, saludo, arribo, abro, entro, dejo, analizo, afirmo, beso.
Siento me.

Acompaño, hablo, miro, tecleo, río, ordeno, estornudo, suspiro, pregunto, escucho, aconsejo, callo, cavilo, preocupo, toso, abrigo,
bromeo.
Despido me.

Regreso, ando, giro, gesticulo, acelero, avanzo, alcanzo, jadeo, detengo, accedo, pugno, quito, orino, izo, cruzo, voy, plancho, vengo.  
Cambio me.

Saco, cocino, canturreo, trajino, agrego, pruebo, aderezo, friego, recojo, sirvo, empuño, zapeo, veo, opino, bebo, almuerzo, concluyo, espero.
Fatigo me.

Asumo, inspiro, hipo, medico, trago, tomo, leo, escribo, juzgo, borro, capto, deserto, cabeceo, evoco, anhelo, huelgo, imagino, despierto…
Vivo me.

La vida en verbos.

©Trini Reina/Febrero de 2017

17 de enero de 2017

De lo cotidiano, El sueño


Paso muchas horas tendida en la cama –mi esqueleto y sus “tornillos” así lo exigen–.  Sin embargo, la mente va por libre y se revela contra la impuesta vagancia y no deja de azuzarme a emprender tareas: escribir, leer, programar, inventar inútiles labores, soñar…
Hoy, mediada la noche, desperté y en el desvelo rememoro la pesadilla donde buceaba hasta que mi vejiga protestó:

“La muchedumbre caminaba hacia un lugar indefinido donde con antelación había sido convocada por un Ser Superior, llamémosle Dios.
La hora de la multitudinaria reunión: las doce de la mañana.
El motivo: Último día de la Humanidad.”

Bueno, ya conocemos lo engañosos que son los sueños.

“Caminaba la gente unida, despacio, enhiesta y disciplinada; como ganado en el Viejo Oeste. Unos iban serenos, riendo, confortados y conformados; como a una fiesta. Otros, en cambio, aunque advertidos y entregados a la venida del Fin de la Existencia, acudían a la siniestra convocatoria saqueando comercios vacíos, desvalijando bancos abandonados, desnudando joyerías sin cerrojos, asaltando viviendas ostentosas, ya sin alarmas. Acaparando, arribaban al lugar convenido con valijas rebosantes de caudales, oros sobrado de quilates, diamantes lujuriosos, objetos prohibitivos, fruslerías fastuosas…
Mezquinos, falaces, deformes de humanidad, inválidos de amor, bandidos con corbata, tropa espantosa que no ceja en su avaricia ni a sabiendas de su último día, para estupefacción de íntegros corazones, de adeptos de la bondad...”

Consabida es la huella de realidad que, implícitos, portan los sueños.

En tal pesadilla os prometo que, diáfana y provista de colores y escenarios, percibí, como cuando vislumbro la realidad que nos rodea, que hay humanos, ¿humanos?, que tras eras y siglos de conocimiento, aún continúan acaudalando, acaparando. Incluso si eso les supone vivir en y de la miseria; tratando de llevarse lo propio y, a poder ser, lo ajeno, al otro mundo. Cuando absolutamente todos debemos de saber que, nada, absolutamente nada, nos hace tan desnudos e iguales como la muerte.

©Trini Reina
Enero de 2017
Pintura de Antonio Saura
" Multitud"