Mostrando entradas con la etiqueta Ancianidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ancianidad. Mostrar todas las entradas

23 de diciembre de 2018

Versóleos IX

 


Uma ruega que cesen los gritos,
los reproches,
las amenazas,
que acuda rauda la muerte
a libertarla
de la salvaje ancianidad infame
que la desgarra.

Uma espera la eternidad,
o el averno si se encarta,
que nunca será peor el infierno
-ese que cantan-
que esta burla que es la vida
que no resuelve acabarla.

Pero se suceden los días
y le pesan
y la humillan
y la sobrepasan…
No acude
no asoma
no arriba la deseada.

©Trini Reina
octubre de 2013

Obra de Rembrandt


25 de agosto de 2018

Los años y la ventana



No sé cuántos años llevo aquí
entre estos sesenta metros
de tabiques y frío.
A duras penas subí la escalera
y, desde entonces,
no he vuelto a pisar la calle.

Alguna vez,
temerosa,
descorro los visillos
y me asomo a la ventana,
pero siento vértigo;
no sé si de la luz desnuda
o de la altura.

Ignoro de qué me culpan,
ni qué falta cometí,
pero debió ser imperdonable
a juzgar por sus reniegos.
Las palabras sin cariño de mi nieta,
las ofensas de esa mujer abrupta,
que más que poner el plato sobre la mesa
me lo arroja,
los menosprecios del hijo
por el que tanto me desviví…

¡Siéntate! ¡Quédate ahí! ¡Traga! ¡Calla! ¡Dónde vas!

¡Cómo si pudiese ir a algún sitio…!
Os confieso
que siempre que me asomo a la ventana,
reclamo a la muerte.
Exprimo la voluntad que me resta
en convocarla,
pero ni siquiera ella tiene piedad de mí,
y hace su ronda diaria,
 y declina bendecirme con su suerte.

Aunque, a decir verdad,
no sé si ya estoy muerta
y esto que, con aflicción transito,
es aquello con lo que solían atemorizarme en la niñez:
el infierno.

©Trini Reina/31 enero 2013

Obra de Caspar David Friedrich

8 de junio de 2017

Vive...


Vive. No sé cuántos octubres se sientan en su espalda. Y no existe sistema que mida sus desventuras, pero deduzco que fueron tantas, que unidas vestirían de gris al arco iris.
La naturaleza la dotó de poco volumen, ajustada belleza y extensa voluntad. Voluntad que se fue apagando, llama a llama, a fuerza de reveses. En la penúltima reyerta, la mente se le distrajo y en el semblante le quedó la ausencia delineada; mas su mala estrella nunca entendió de banderas blancas ni hojitas de olivo, y en sus contornos continua desorbitada.
Vive
La vida no cesa de asaltarla, pero a ella tal animosidad ya se le escurre por las enaguas.

©Trini Reina/Octubre de 2009

Imagen de la Red