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25 de agosto de 2018

Los años y la ventana



No sé cuántos años llevo aquí
entre estos sesenta metros
de tabiques y frío.
A duras penas subí la escalera
y, desde entonces,
no he vuelto a pisar la calle.

Alguna vez,
temerosa,
descorro los visillos
y me asomo a la ventana,
pero siento vértigo;
no sé si de la luz desnuda
o de la altura.

Ignoro de qué me culpan,
ni qué falta cometí,
pero debió ser imperdonable
a juzgar por sus reniegos.
Las palabras sin cariño de mi nieta,
las ofensas de esa mujer abrupta,
que más que poner el plato sobre la mesa
me lo arroja,
los menosprecios del hijo
por el que tanto me desviví…

¡Siéntate! ¡Quédate ahí! ¡Traga! ¡Calla! ¡Dónde vas!

¡Cómo si pudiese ir a algún sitio…!
Os confieso
que siempre que me asomo a la ventana,
reclamo a la muerte.
Exprimo la voluntad que me resta
en convocarla,
pero ni siquiera ella tiene piedad de mí,
y hace su ronda diaria,
 y declina bendecirme con su suerte.

Aunque, a decir verdad,
no sé si ya estoy muerta
y esto que, con aflicción transito,
es aquello con lo que solían atemorizarme en la niñez:
el infierno.

©Trini Reina/31 enero 2013

Obra de Caspar David Friedrich

14 de marzo de 2018

Auroras...



Por una calle en ascuas camina.
A largos pasos,
sobre el negro asfalto.
Negro,
como la boca de un puma
de dientes adelgazados.
Camina,
a solas,
sin otra alma que abrevie la estela
de sus andares esclarecidos.
Sola.
Todo su afán
en la aurora que vislumbra,
más allá de las fronteras
de esta ciudad
aliada de las sombras.

©Trini Reina/Octubre 2011
Obra de Janet Ternoff

8 de enero de 2018

Certeza eres


Solemne sombra silvestre,
sin seda,
arisca y con aristas.

 Lúbrica de inquina,
fascinadora impenitente.
 Púa en el alma clavada
 y escondida.
Ingrata con génesis
o sin materia.

 A solas,
 entre otros,
 sobre las risas,
a viva lágrima,
 aquí presente,
ahí lacerante,
allí a deshoras;
allá intempestiva.

Soledad,
certeza eres
 y al íntimo destierro me abocas.

©Trini Reina/Enero 2018
Obra de Jeremy Mann 

20 de noviembre de 2017

En soledad...


Esa soledad
que se desborda
de la alberca del ama,
y venas arriba hostiga,
sin parámetros,
fragorosa,
los aceros del carácter.
Valladar de cúspides,
mortaja de la alegría...

Esa soledad
con turbante silencioso,
y pezuñas de organdí
que anárquica se infla
y devora del espíritu
el suspiro.

Sí, esa soledad,
hermanada a vendavales,
es la emperatriz sanguinaria
ante la que el hombre
-girándula anochecida-
se afilia a ensombrecer.

©Trini Reina/2009
Obra de Carl Vilhelm Holsoe

14 de octubre de 2017

Mi soledad y yo...


Mi soledad y yo hace tiempo que firmamos una alianza de no agresión: testigos fueron su malasombra y mi hastío.

Ella hizo voto de no tiranizarme con su insidia. Y yo, prometí no acunarme junto a sus zarpas. 

De vez en cuando, me dejo arrastrar hacia su silencio y ella, leal, me zarandea recordándome nuestro convenio.

Otras, es ella, olvidadiza, quien se cuela por rendijas y puertas; viscosa y muda, y yo, para que no me seduzca le cierro mis recovecos.

Cuando en los alrededores la algarabía hiere mi sosiego, la reclamo, y ella a mí acude engalanada de añil. Y entonces yo, cansada, me dejo acariciar por sus manos arrulladoras…

Pero, cuando sin requerirla aparece de negro paño vestida, antes de que macule mi alma; extraigo de mi seno el pacto sellado, y le recuerdo su compromiso; y aunque ella se empecine, y pretenda quedarse en mis estancias más de lo acordado, me armo de voluntad y la desdeño.

Mi soledad y yo…
Llevamos años gozando de una sublime coexistencia.

©Trini Reina/1 de agosto de 2005
Obra de Eduardo Argüelles

24 de julio de 2017

Soledades


Entre tú y yo se extiende
una soledad tan renovada
como ese piélago encabritado
donde el amor
-sin aprender-
en una gota naufraga. 

©Trini Reina/2013
Obra de Viggo Johansen 

21 de julio de 2017

La tarde regresa a su muerte


El viento, que azuza las ventanas.
El gris celaje subido de tono.
El silencio de pájaros en el árbol.
Las voces apagadas del vecino
y el resonar del ascensor.
Todo gira aplastando
este caparazón mío
de indolencia habilitado.

La luz, que se desarma y sucumbe
ante la gravedad de mis párpados.
El frío terrible que excava mis huesos.
La solitud establecida.
La melancolía acostumbrada.

La fiebre, el runrún, los relojes,
los alegres signos que me soslayan;
las palabras que, en otra coyuntura,
me alentarían.
La tarde, que regresa a su muerte.

©Trini Reina/marzo 2014
Obra de Gianni Strino 

15 de julio de 2017

Soledumbres


“Como quien vuelve de un perdido prado,
yo volví de tu abrazo.”
Jorge Luis Borges


...Y ahí quedé,
inerme,
sin luz,
sin desafíos,
sin estrategias,
sin gozos que acuñar.

Ahí,
ceñida a la atroz soledumbre
del mundo sin tus besos.

Cara a cara frente al abismo,
frágil de futuro,
asida a los filamentos del pasado.

El presente es colérica tormenta
erigiendo mis desiertos.

©Trini Reina/febrero 2012
Fotografía de Gary Isaacs

26 de mayo de 2017

22 de enero de 2017

Miradas


Entre visillos
la ciudad muestra sus cúpulas de invierno.

Un hombre pasa,
ajeno a la mirada que sus pasos tantean.

La tarde alarga sus grises
y una lluvia tierna,
-frío encaje-
complementa
 la soledumbre del encuadre.

© Trini Reina
enero de 2014
Fotografía de Burt Glinn

18 de diciembre de 2016

Soledumbre II

 

La soledad me traspasa.

A silencios
su fiera zarpa férrea
 vulnera la jaula
donde yerra mi alma yerma
y la logra fecundar.

©Trini Reina
Diciembre de 2016
Obra de Anastasia Dukhanina 

24 de noviembre de 2016

Pequeñez XXXVII


Tres,
cuatro,
cinco gatos
acompañan mis horas blancas.

La soledad es un círculo
tan ancho como mis años.
La simpleza fue mi cuna
y será mi mortaja.

Seis,
siete,
ocho gatos
acompañan mis horas blancas.

©Trini Reina/2012
Obra de Auguste Renoir

30 de octubre de 2016

Ocaso...


Entre palomas y soledad,
el viejo deja escapar las horas
en el severo diario del ocaso.

Sin rencor ni equipaje,
aguarda el vagón ineludible que lo allegue
a la muerte consentida.

©Trini Reina
Octubre 2016
Imagen de la Red

24 de junio de 2016

Digamos que su nombre es Hache...


El hombre que habita la buhardilla
de la Hacienda Horizontal derecha,
ese en cuya fachada
inhóspita y en hileras se ahoga la hiedra—,
noche tras noche se adhiere,
como hoja al árbol,
a la hostil flecha de la espera.

Sin rehuir el hierro que conlleva la herida,
va enhebrando haces de soledad con harapos de ausencia,
y humillan la holgura de su pecho
las horas y las hordas que cohabitan entre hados y almohada.

Ahíto de ahuecar los charcos de su pena,
de luchar contra el hielo que sus huesos escarcha,
desde que huyó aquella que olvidara
azahares y fechas y hasta su nombre,
hunde su hambre de hembra entre sus hombros,
y deja que el húmedo hálito de la noche
estreche la hoguera de sus sábanas sin huellas.

©Trini Reina
Junio 2016
Obra de Ramon Casas i Carbó

1 de junio de 2016

En el balcón...


En el balcón, entre los verdes del geranio, se intercalan los travesaños rojos de una silla. Sentada en ella, noventa años contemplan la calle que, dos pisos más abajo, extiende  asfalto y esquinas. Allí pasa las horas de la mañana, de la siesta, de la víspera… No distingue entre lunes o viernes, ni le preocupa que suba mayo, o baje septiembre, o que se demore el verano. Quieta como un tiesto, suspendida, permanece en el desfilar de los días iguales.

Irene, desde el balcón de enfrente, la mira y, ante la indolencia que enmarca aquellos ojos ausentes, se estremece. Otras veces evita levantar la vista (aunque la sabe ahí) por no enfrentarse con el pozo azul de aquella mirada.

Y se pregunta qué le llegará todavía a aquella mujer del trajinar de los vecinos por aceras y ventanas; del ir y venir de los autos, las nubes, las palomas…; de los gritos, los afanes, las risas ajenas…

Se pregunta si evaluará la vida con nostalgia, con amargura, o con indiferencia. Si habla con la muerte y la invita, o si mantiene un pulso con ella y… la vence.

Se pregunta Irene si tendrá la ventura o la desdicha de alcanzar la longevidad de su vecina y si también ella será una sombra, perdurando tras los geranios.

©Trini Reina
Junio de 2013
Obra de Anselmo Bucci

26 de mayo de 2016

Cuando llueve...


Cuando llueve,
estoy en la cama y llueve,
aún es noche y llueve,
una tristeza líquida
se arremolina en mi frente.
Allí, morosamente se cristaliza
y de plomo se tornan los anhelos.

No es una tristeza fiera,
sino desmayada,
como de solitud o cansancio.
A mis oídos entra esa música traslúcida,
ese repicar insistente,
y me dejo llevar a otras lluvias,
a otras aguas que fueron,
y su aguijón dejaron.

Cuando llueve,
estoy en la cama y llueve,
y el día asoma con sombrero de pereza,
la tristeza se derrama quedamente,
sobre la falda de mi firmeza.

©Trini Reina
Mayo 2016
Pintura de Gianni Strino

6 de marzo de 2016

Hojas de sol


Te recuerdo
adscrita al verano,
con todo su azul en tu boca
y hojas de sol en la sonrisa.

Traías en las manos espigas,
de pródigas cosechas ignoradas,
y el trigo derramado en las pupilas.   
La soledad fue tu fuente,
tu causa,
tu bahía;
tu velamen fugitivo;
mi delirio…

De vez en cuando
cerrabas los ojos
y una tristeza lunar te delataba.
Luego agitabas las olas de tus sienes
y de cerca de la pena regresabas
 - preñada, multiplicada, desvestida-
para verter en mi falda
ramas vírgenes de espliego.

No volveré a cruzar un estío
sin llevar tus enigmas azules
en las alas conmovidas
de mis palabras.

©Trini Reina/Marzo de 2011

Obra de Jean Peské