Mostrando entradas con la etiqueta 2004. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 2004. Mostrar todas las entradas

28 de julio de 2025

Pura vida

Obra de Douglas Girard
Los años que me quedan
quiero merecer la estancia.
O que ella me merezca,
el orden no tiene importancia.

Quiero bailar descalza con el aire
a ritmo de sensual lambada,
beberme los nimios detalles
y anegar de lunas mi mirada.

Salpicar de estrellas mis cabellos,
flirtear con las nubes,
presumiendo de alas,
gozar al ver cómo un bebé,
ávido del pecho de su madre, mama.

Desanudar mis muelles brazos
y abrazar esa explosión de vida
que trasmina de los niños,
cuando mis cansinos ojos los miran.

Ver desde la atalaya de mi ventana
cómo cae la lluvia al alba,
cuando el cielo semeja plomo
y los ahítos jardines palmean con el agua.

Escuchar arrobada a mis hijos
relatando con gracia
sus amores e ilusiones,
sus sueños y sus hazañas.

Aspirar el aroma feliz
de la tierra germinada
y del oeste el perfume que llega
desde los pinares de Doñana.

Quiero tararear por soleares
y cantar por sevillanas,
con la vida por peineta
y, de mantilla, la esperanza.

©Trini Reina
24/10/2004

24 de julio de 2025

Esbozando senderos

Obra de Claude Monet
Esbozando senderos encontré caminos
y con los ojos del alma divisé mi senda.
Libre me sentí y avancé cubriendo etapas,
rebusqué por los vericuetos de mi vida.
Un nuevo valor a mi existencia,
un flamante sueño, un motivo,
una promesa que llenase mis manos de flores,
y sacara el corazón de su celda.

En una bifurcación me paré.
Cavilé colmada de paciencia
hacia donde encaminaría mis pasos,
prisioneros de invisibles cadenas.
Elegí la ruta mas florida,
la que brillaba con más estrellas,
olvidando la oquedad de vacuidades obsoletas.

Y saturé mi mundo de alas,
de espumas, de hadas y princesas.
Comencé a pintar poesías,
a trazar signos y letras,
y rellené el hueco de mi mente
que enmohecía de indolencia.

©Trini Reina
08/11/2004

19 de julio de 2025

Desdoblando alas

Obra de Vincent van Gogh
Cuando él besó sus estriadas heridas,
prendió el rescoldo en sus entrañas.
Y se alumbró la cúpula de estrellas
bajo la que ella perdida vagaba.

Así resucitó la alondra triste.
Revivió entre los brazos de él anidada.
Su amarga travesía lapidó,
y voló desdoblando alas.

Emprendió un revolotear sin temores,
regalando al ostracismo su carga.
Él consiguió que olvidara
la larga carestía de alboradas.

Del pelo le brotaron flores,
los ojos cual ascuas refulgieron
la madrugada que en un susurro,
en sus oídos él, le dibujó un te quiero.

Y su seno se inundó de suspiros,
y en el pecho por corazón, una rosa.
De pétalos se anegaron sus manos,
y las caricias dispersaron las sombras.

©Trini Reina
05/11/2004

5 de julio de 2025

Candelas

Obra de Elena Volovnik
Impulsiva se asió al ascua candente,
y el fuego no laceró su cuerpo.
Nada tenía el poder de herirla más
que el mordisco que la soledad taladró en su seno.

Así que se abrazó al rescoldo centelleante,
con él mitigó el severo helor del pecho, infinitamente más cruel
que todas las hogueras del infierno.

No ambicionó poseer un amor idílico,
eso hubiese sido una utopía,
pero se fundió con el ardor que aquellos besos prometían.
Calentó el gélido hueco de las manos,
los ojos como estrellas refulgían,
en el vientre la candela suturó antiquísimas desdichas.

Anegó la mente de olvidos,
se amparó en los brazos que le ofrecían
por una noche, en esas brasas se quemaría.

Sólo esta madrugada colmada de deseos furtivos.
Ya retornaría el yerto invierno,
cuando la aurora despertara al frío.

©Trini Reina
10 noviembre 2004

4 de julio de 2025

Cábalas

Obra de Julian Schnabel

No eran tiempos de rogativas,
sino épocas de dádivas.
Obligados a darse íntegros,
sin cuartos de lunas de distancia.

Hilaridad a borbollones,
nada de rictus sin saleros,
las miradas románticas,
jubilosas por derecho.

Acomodada la paz en las blancas manos,
la bondad por el alma desparramada;
sinceramente el cuerpo entregado,
la vida altruistamente regalada.

Mas la clarividencia no es tu don,
te perdías en cada jugada;
bajabas y subías columpiado,
al vaivén de dudas y cábalas.

El pavor te poseía a ratos,
Valiente, acaso por errata,
volabas entre dos vientos,
caminabas en alpargatas.

La piel reclamaba a los sentidos,
la mente solaz para sus estancias.
Alzabas al aire la voz,
más con la boca tapujada.

Vamos a dormirlo todo,
acúnalo entre carámbanos y escarchas.
Ojalá, al despuntar la aurora,
divises el sosiego que te esquivaba
y escoltes al amor hasta su caverna jaspeada.

©Trini Reina
19 noviembre 2004

3 de julio de 2025

Alma oscura

Obra de Constance Charpentier
Asperjadas hebras de plata
en su cabellera crespa.
Era indómita y atractiva,
briosa y altanera.

Fruta en sazón,
cautivadora y morena 
-como su tierra-.
De perfil dulce su boca,
la sonrisa perpetua.

Un día se quebró su risa,
la mirada se le hizo hoguera 
perdió luz su semblante
y fantasma simuló su esencia.

El príncipe de su leyenda
partió para olvidarla.
Transida en soledad
su espíritu vaga.

©Trini Reina
21 octubre 2004
Reescrito en noviembre 2016

2 de julio de 2025

Abre los ojos

Obra de Miquel Cazaña Llagostera

Cuando en tus días de asueto subas a la sierra, abre los ojos por mí, para que a través de ellos se rebosen de visiones mis sentidos. Ocúpate los iris de un sin fin de colores; verdes de vegetación, pardos de ásperas y calizas tierras, azules de límpidos cielos y afluentes. Glaucos y ocres de resolanas hierbas, y todos los tonos que desde el horizonte, a su antojo el sol refleja.

Graba en tus oídos la charla de los arroyuelos y cuando como Siddartha descifres lo que dicen, repítemelo luego, y así mis tímpanos ausentes, sabrán de qué habla y de quién se y ríe la pertinaz corriente.

Aspira el aire de las cumbres, satúrate de vida el alma y más tarde si por mi casa pasas me dibujas en un papel los garabatos que pintó la brisa en las cañadas.

Eleva tu voz al firmamento para que la ampare el eco y la devuelva acrecentada por campiñas y senderos. Y yo desde la lejanía empaparé mi sordera de armonías, las de la flora, cuando la mece el viento, y la de los animales que por las serranías habitan, cuando asustados corren a su guarida, azotando la hojarasca que protesta ofendida.

Ruégale al viento del Este que traslade hasta mis estancias, todo el perfume del brezo, los madroños, y la jara y trasmine mi olfato, de las innumerables fragancias de las montañas.

Del amanecer recoge la luz de mil tonos rosados, y cuando se agote el día y se retire harto cansado, acopia el fulgor de cien estrellas, y el embrujo de la noche que promete caudales de estampas bellas.

Loa a los olivos en mi nombre, cuando tras la bajada, los divises en la ladera, dile que por arcaicos y nobles una hija de la misma tierra los venera. Dales de mi parte las gracias por sus óleos de sabores brillantes y por su fruto tan pequeño, pero de magnanimidad abundante.


©Trini Reina/2004

28 de junio de 2025

Canto de luz

Imagen de giselaatje en Pixabay
Lamentarse cual plañideras,
es un mezquino agotar el aliento
en un mundo ya de por sí desalentado.

Por eso, hermano, te apremio
a lanzar al aire tu quebranto,
transfórmalo en esplendores de lunas,
y apaga los malos presagios.

Ilumina tus tinieblas,
prende una hoguera de amor ardiente,
aliméntala con polvo de estrellas,
y espárcela entre las gentes.

Da luz a las almas atribuladas,
enciende el candil de la dicha,
y destierra en un santiamén
las angustias y las desidias.

Y que la alegría al resucitar,
sature los corazones de euforia.
Que por las calles galope la gracia,
y en las aceras estalle la gloria.

©Trini Reina
29/10/2004

26 de junio de 2025

Chiribitas

Imagen de Alicja en Pixabay
El vacío imperaba en el centro de todo.
Angostó macetas de las ventanas,
en pasto convirtió a los geranios
y los claveles perdieron el grana.

Se demoraba la amanecida,
la testaruda noche no se avenía a irse a la cama;
las estrellas, en el infinito apagadas, bostezaban.

Sólo lucían los grises y ocres,
el arco iris sus colores racaneaba.
Las tinieblas descendían ocupando las líneas demarcadas.

Mas se oyó un grito rebelde
desde algún lugar de la oscuridad, desdeñándola.
Se negó a enmudecer para siempre
y entre estertores protestaba.
A la insurrección se sumó un rayito de verde de esperanza,
que pasó por allí y se unió a la campaña.

Con la algazara que estos creaban,
los rectilíneos labios a agitarse comenzaban;
un soplo de brisa les hizo cosquillas
y rompieron en carcajadas.

Se disipó de repente la niebla,
el rocío al aire dulcificaba.
Entonces, el cielo abrió sus puertas,
el sol férreamente lo conminaba.
El espacio se irisó de tintes:
rosados, azules y malvas.
Los recogió la aurora
y pintó de luceros su cara.

Las estancias volvieron a irradiar carmines,
los espejos chiribitas reflejaban.
El vacío se marchó con las orejas agachadas.

Todo está dentro de nosotros,
los amaneceres y las madrugadas.

©Trini Reina
12/11/2004

25 de junio de 2025

El alma de la muñeca

Obra anónima

Yacía la muñeca rota, desmadejada sobre la cama, aterida de frío, las manos invalidas. Vestida con harapientas prendas, miserable tiritaba, ardua tarea era cubrirse con las pobres frazadas.

Sintiéndose morir, instó evadirse a su alma, lejos de esa fosa de penumbras ocupada, y con un generoso suspiro la expulsó; libertándola.

Por una rendija de la celosía logró salir la desterrada, tras luchar con pesadas cortinas en damascos bordadas. Batiendo alas emprendió el vuelo, por un rayito de sol acompañada. Este le calentó el exterior y por dentro derritió su escarcha.

Se colmó el espíritu los ojitos, de doradas estampas, atesoró en su corazoncillo encendidas alboradas. Absorbiendo el olor del mar se ocupo los sentidos, de melódicas caracolas y perlas de nácar.

A un cometa le pidió la estela, y como bruja en escoba retornó a la alcoba, de hielo decorada. La soledad sin asomo de piedad, saciaba la estancia. A la muñequita, sumergida en ella, un hálito de vida le restaba.

Por los cristalinos ojos penetró la fiel ánima cargada; con arrobas de polvo de lunas, millones de azahares en guirnaldas, toneladas de sonrisas de niños, en pomos concentradas, los derramó en el seno de la marioneta, insuflándole vida al corazón y, soldando sus heridas, resanó a la muñeca rota, con susurros de amor.

©Trini Reina/2004

24 de junio de 2025

Él no la quería

Obra de Caspar David Friedrich
Él no la quería.
Jamás admitió que la amaba
sólo le reconfortaba saber
que ella a su son vibraba.

Cuanto más le cantaba ella
él más le reclamaba
que le regalase los oídos
con palabras iluminadas.

De alguna extraña manera
soñándola se alimentaba
ella saciaba el hueco
que le mordía las entrañas.

Pero él no la quería
nunca confesó amarla
sin embargo ella era la energía
con que su planeta giraba.

El agua que paliaba su sed
la pócima que lo sanaba
La música de sus silencios
El complemento de sus ansias.

Más él no la quería
A todos juró que no la amaba
pero cuando ella partió
se le quebró la vida en el alma.

©Trini Reina
17/10/2004
 

21 de junio de 2025

Labios sellados

Imagen de Guilherme Gomes en Pixabay
Los ojos no cedieron sus lágrimas,
aridez abrasando las pupilas.
El orgullo, prendido de un hilo,
devastado por la cruda partida.

Bebió de un trago su angustia,
sin fútil reproche enrostrado,
se embriagó de desesperos,
prohibidos los verbos suplicados.
Mudos los conatos de ira,
labios de puro amor sellados.

Lo dejó ir al entoldarse la tarde;
liberto marchó, maldita la hora.
Desperdigados tras de sí dejó
mantos y máscaras de sombras.

Suspendida la soledad en el aire,
raídas de ausencia las entrañas,
el corazón enlutado, las cortinas echadas.
La sangre, en las venas de adioses, cuajada.

©Trini Reina/2004

20 de junio de 2025

Lunas doradas

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Posó los dedos en su pelo salpicado ya
con hebras de estrellas.
Y el hueco de las manos llenó
con la luz de su tez morena.

Los labios carnales y hambrientos
besaron el rictus de su boca.
Y la desvergonzada lengua audaz se perdió
en el umbral de las sombras.

Lo adoró descarada y posesiva, hembra voraz;
mujer ternura.
Descendió la montaña de su cuerpo
disfrazada de frugal espuma.

La piel vibrante perlada, el alma desbordando deseos.
A él se entrego sin guardarse nada,
con él gozó saciando anhelos.

Más tarde cansada, se refugió en aquellos brazos
ardientes como nocturnas fogatas 
y entornando los párpados,
soñó que sobre la luna levitaba.

Lunas y lunas doradas de encajes,
vendavales de pasiones reprimidas,
caricias tantas veces idealizadas,
amantes sumergidos en delicias.

©Trini Reina
24/11/2004

19 de junio de 2025

La fiera enjaulada

Imagen de c en Pixabay
La fiera enjaulada sobrevivía
plegados los élitros tras la espalda.
Hilos invisibles de níquel la celaban.

Sabia, lo intuía, y en clausura se inmolaba.
Su alimento eran granos de venturas atávicas;
la sed prevenía en las estiadas fuentes del alma.

Danza huérfana de músicas, paso tras paso ejecutada.
Paseando por las aristas entre cuatro murallas.
Tan montaraz y asalvajada en este claustro negro,
lentamente se desangra.

No alcanzaba la luz,
que con desmedido afán escudriñaba.
Mas divisó el talón de Aquiles en la alta alambrada
y con la testa abrió senderos a fuerza de caviladas.

Se zafó un mediodía, infeliz fierecilla semiahogada;
bebióse las calles, colmóse de estampas,
saturados los oídos de sinfonías libertarias.

Le florecieron plumas que acicalaron sus alas,
en el horizonte divisó novel tierra encantada,
elevándose con el viento, sin mirar atrás,
abandonó el inframundo de jaulas sin esperanzas.

©Trini Reina
19/11/2004