Mostrando entradas con la etiqueta 2012. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 2012. Mostrar todas las entradas

3 de diciembre de 2018

Entelequia XXVI

Una esfera transparente le persigue.
Si escala alcores, rueda al ritmo de sus pasos; si desciende abismos, imprime prisa a su rodar.
Le persigue, le acosa, le hostiga hasta atropellarle y lo aplasta con su peso ingrávido. Un dolor anónimo, en un punto indeterminado del tórax, se eleva y desciende, punzante. Y, aunque gasta empeño en incorporarse, le esquiva el equilibrio. Desde el suelo, boqueando le pregunta qué pretende, qué quiere, qué es que así le oprime. Y, sólo para sus oídos, una voz, como de ultratumba, responde: “soy el vacío de tus sesenta años de contravida”.

©Trini Reina
Diciembre 2012
Obra de M. C. Escher

16 de septiembre de 2018

Memoria...



La culpa,
sin paracaídas
se precipita
por las venas de la memoria.

El pasado es un fantasma
de ruptura imposible
que como rata muerde
la fe en el perdón.

Un aire
de pura nieve
besa al alma y la sume
en un ocaso perpetuo.

©Trini Reina/23 octubre 2012
Obra de Francis Bacon 

14 de septiembre de 2018

La merienda...


Sentada en el banco de la plazuela, la mujer, cabeza gacha, trastea el móvil. A su lado, un crío de cuatro años balancea las piernas en un sin parar, mientras mastica pan con chocolate. Un perrillo sin raza ni alzada se acerca a ellos buscando juego, pero ninguno de los dos lo presiente. Las piernas del niño se aceleran como dos aspas. Y su mandíbula no deja para luego la merienda, pero los ojos, hambrientos permanecen incrustados en la figura indiferente de su padre que, ciñendo la cintura de otra mujer, con indiferencia cruza la plaza.

© Trini Reina
diciembre 2012

 

13 de septiembre de 2018

Negarte...

 


Quise maldecirte,
negarte,
desconocerte,
olvidarte,
mas se me niega la ventura.

Y te convoco,
y te condeno,
y no vienes,
y te insisto,
y te…

Y nada me exonera de esta vorágine que  encadena
a la derrota,
al absurdo,
al delirio,
al silencio.

©Trini Reina
Noviembre de 2012

Obra de Fabián Pérez


12 de septiembre de 2018

Cielo y tierra (recomposición)

 


Soñando… 
Te vi. Llameaba el silencio en las afueras. La madrugada me cautivó con su pórtico de estrellas. Venías despacio, escoltado por la luna; las nubes esponjaban tu camino. Apareciste ante mí y creció el hechizo. En el hueco de tus manos germinaban las flores del deseo. Tus dedos tiñeron de rosa mi piel y prendieron rumores en la sangre. A ti se aferró mi cuerpo, entregado; mientras el alma, en su hueco, festejaba la armonía.

Y todo el cielo fue nuestro… 

Desperté. 
Al inaugurarse la aurora, mi mano viajó buscando tu cuerpo, pero sólo las sábanas, en su frialdad, la caricia recibieron. De repente, se deshizo la quimera. Se diluyó la dicha del claro sueño. La realidad me besó la frente con sus labios helados. La ausencia se coló por todos los poros, hasta impactar con la ingenuidad del corazón. La mañana, impaciente, azotaba mis ventanas, con la crudeza de lo real. Y, en el jardín, los pájaros desataban la algarabía. Recordándome que, a pesar del desarraigo, el mundo no cesa de girar.

Y la Tierra me abrazó… 

 © Trini Reina 
07/05/2005
 Octubre 2012

Obra de Sally Storch

11 de septiembre de 2018

Algo se mueve...

 


Algo se mueve
-a tientas-
en esta noche absoluta
de luna ausente
y mudos grillos.

Algo
que hábil se expande
y alarga
y codicia.
Reliquia insurgente
que muerde las capas del individuo,
y se vuelve y revuelve
como sierpe nociva,
que engulle y disuelve la entereza
que las horas blancas nutrieron.

Algo se mueve.
Se mueve y carcome
el frágil núcleo de la dicha.

©Trini Reina 
Octubre 2012

Fotografía de Michal Mozolewski

10 de septiembre de 2018

Alma piedra

 


Ser de piedra.
Como la piedra erguida.
De cara a la lluvia o a la ignorancia.
De espaldas al viento o a la injusticia.

De piedra.
Algo menos que un silencio,
que un liquen
que una utopía;
algo más que un foso.

Ser de piedra.
Materia nada,
materia nadie.
Impávida como un cetro,
médano innominado
sólida arena incomprendida.

©Trini Reina 
septiembre 2012

Fotografía de Eugen Bleuler

9 de septiembre de 2018

Entré...

 


Entré.
Una mano irreductible me atraía
hacia un pórtico de bruma.
Sus muros laterales ardían de hielo
y el cielo que lo cubría crujía
de añiles helechos.

Gotas mortecinas se helaban
en mis entrañas,
mientras una sierpe de nieve,
marcaba el trayecto.
El silencio era una daga de dos aceros.

Aquel frío exquisito,
con su tremolar licencioso,
mordía mi cordura
y el cuerpo vencido
-lentamente-
se aletargaba.

A tiempo
renegué de toda permanencia,
y herida
-como accedí-
de tu casa,
que es invierno,
salí.

©Trini Reina
Septiembre de 2012

Obra de Nicolae Orval Gropeanu

2 de julio de 2018

Epitafio

 


Silencio y bruma,
clamor y credo,
herida y venda.
Senda sin rincones,
agua de los siglos.
Selva.

Hembra y suma,
pasión y sueño,
espuma  y fortaleza.
Nobleza sin rencores
luz de los olvidos…
 Era.

©Trini Reina 
julio 2012


                                                                                                                                                                                                          Obra de Edward Munch

1 de junio de 2018

Toda la cal del olvido

 

"Toda la cal del olvido
manchando de blanco tu memoria".
T.R
Una niebla perenne cruza,
de sien a sien,
los lagos abisales de tu conciencia.
Y como en aquel líquido primario,
te retraes, te ovillas, te pliegas…
hasta no volver a descubrirte.

El desorden se arraiga
en las arenas inconstantes
que a contravoluntad habitas
y donde tus horas
quedan suspendidas
sobre un horizonte desteñido,
donde los sentidos,
antes que el pulso,
se desgajan.

En tu memoria
se velaron las secuencias de lo que fuiste.
Y es tu muerte tan alargada
que se hace libertad el desenlace.

©Trini Reina
junio 2012

24 de mayo de 2018

Cerró la mujer los ojos…


Cerró la mujer los ojos…

Aquello sí era una fiesta.
Una fiesta inimitable
donde su vestido girando se enredaba
en las rosas que afinan las esquinas.
Una fiesta donde la noche
sembraba cascabeles
que bajo sus sandalias amanecían.
La música era una sucesión
de allegros y arpegios prodigiosos.
El silencio allí era lo absurdo,
y ni la más ínfima sombra
osaría convidarse.
En ese escenario azul
danzaban desinhibidas,
translúcidas, desnudas,
ella y la alegría.

Cerraba la mujer los ojos
y, al abrirlos, seguía rodeada
por los cacharros de la cocina,
el hollín (que mantenía orbitando su planeta)
la severidad de sus murallas decadentes…

En la alacena la rutina se relamía,
libando los últimos restos
de una fiesta sin memoria.

©Trini Reina/Febrero 2012
Obra de Alexey Slusar

13 de mayo de 2018

Cumbre y tránsito



Desde la crudeza
del nacer
al cansancio de los años.

Desde la luz
del valor
al polvo del fracaso.

Desde lo etéreo
de la alegría
al dolor inveterado

Desde el vaivén
de la fortuna
al viento palmario.

Así es la vida…
desde la cumbre al tránsito.

©Trini Reina/25 de enero 2012

3 de mayo de 2018

No envidiaron paraísos ni fortunas

 


No envidiaron paraísos ni fortunas,
ni lunas o quimeras veneraron.
Iban a la deriva por la suerte.
Todo era ancho, como la espera.

Lo casual estremeció sus mundos
y la pasión redobló su ofrenda.
Y con asombro se eximieron 
del invierno que los nevaba.

Y relegaron a la indolencia
y fraguaron azules tempestades
y olvidaron alimentar dos soledumbres
y soñaron violines y violetas.

Y fueron paradigma
de los que se reconocen.
De los que se sabían
desde antes del secreto.
De los que burlaron a la nada
y desertaron
del orden donde morían.

 ©Trini Reina
mayo 2012

Obra de Leonid Afremov

2 de abril de 2018

Entelequia XXIV

Los lienzos de la derrota
-negras ondas a contraviento-
espantan al ser que deviene
desde un círculo perfecto
y descubre tempestades,
ajeno, confundido, sin concierto.

Todo el espíritu fragmentado
en un porvenir insurrecto.

©Trini Reina
abril 2012

30 de marzo de 2018

Miedo

 

"En el jardín" de Ralph Wormsley

Quítate el miedo de la frente
que no es mi amor cadena
sino certeza.
Que toda esta viveza
que aclara mi piel
cuando te nombro,
me pertenece.

De tu corazón,
soberano eres.
Nunca quise ser espina
trenzando tus sienes.

©Trini Reina
marzo 2012

4 de marzo de 2018

Regresares



A solas cruzas las regiones
donde se engendra el poniente.
Las palmatorias del alba
alumbran tus huellas
en esa tierra de ortigas
que devasta el alma de los justos.

En este anti-paraíso
fanáticas pesadillas
te descubren
y un dolor largo,
como río hacia su delta,
se acuna en tus ojos de abismo.

Igual que un águila
sobrevuelas la amargura,
hasta avizorar las lindes de la victoria.
Nadie te aguarda al otro lado.

Y sola,
como en el origen,
a Ítaca vuelves.

©Trini Reina/20 de marzo 2012

15 de febrero de 2018

Ya estuvimos aquí...


Ya estuvimos aquí.

En esta feroz intemperie
que revoca la tibieza,
en esta tundra violeta,
tan ajena a la luz
y tan fría,
donde sufrimos de amarillos
en los corazones,
donde el fracaso nos otoñó las alas,
donde trepamos a tejados
vacíos de estrellas y de gatos
y creamos abismos
poblados de cólera y medusas.

Ya estuvimos aquí.

Y conscientes de lo absurdo,
a oscuras y descalzos,
puliendo uñas a la duda,
abriendo venas a la derrota,
y, ondeando la anarquía,
giramos, giramos…
y volvemos a ser dos locos
que -sin brújula- yerran
por este laberinto infame
donde impera el desamor.

©Trini Reina/20 de junio 2012

23 de diciembre de 2017

¿Qué sabes tú?

 


¿Qué sabes tú?

Tú, que eres Nadie.
Tú, que me confundes.
Tú, que dobles ideas
de mí concibes.
Tú, que fecundas
-inútilmente-
una esencia irreal
de mi Yo verdad.

¿Qué sabes tú?...

©Trini Reina
Noviembre 2012

"Sogni" de Vittorio Corcos


20 de diciembre de 2017

Sucedió el día de Navidad

 


Sucedió el día de Navidad, tan temprano que aún nos desperezábamos el alba y yo.

Fue el viento lo que me despertó. Nunca antes le oí soplar así, con aquella furia desatada que tanto contrastaba con la paz que pretendemos imponer los hombres en esos días tan celebrados, donde teníamos que mantener la tradición: ser buenos, generosos, solidarios, humanos… aunque el resto del año volviésemos sin conciencia a las andadas.

Trepidaban las vigas del tejado y, en cierto momento, varias tejas se precipitaron al porche. Se sacudía la antena parabólica, vibraban las persianas. De repente, los postigos no soportaron el empuje y de par en par se abrieron. La habitación se inundó de aire helado y el fuego en la chimenea comenzó a humear de forma extraña. Yo temblé de miedo y frío. El gato, que dormía en su hueco, maulló aterrado y, huyendo, se arrebulló bajo el armario. La sala era pura niebla de humo y pavesas. Corrí a cerrar la ventana y con mucho esfuerzo lo conseguí. Entonces le vi. Estaba sentado en el balcón de enfrente, a horcajadas sobre la baranda, desvergonzado y feísimo. Su mirada ojiazul se cruzó con la mía, incrédula, y aquel ser del ultramundo comenzó a reír, a reír, a reír a carcajadas… 
.
Quizás diréis que lo que oí no era más que el silbido del viento en su voltear furioso, o que el polvo de nieve, que la ventisca levantaba, atarantó mis ojos cansados, pero, creedme, estoy tan seguro de lo que viví aquella mañana de Navidad del año dos mil trece…

Frente a mí se jactaba aquel diablo de cara triangulada y entre sus manos sostenía la estrella del Belén, que mis sobrinos, entre juegos, habían montado días antes. Sin inmutarse y siempre enfrentando mi cara demudada, la lanzó con propiedad al cielo. La estrella, nunca antes tan brillante, como dotada de vida, tomó rumbo Norte y perdí la luz de su estela cuando coronó el picacho más alto de la sierra blanca. Entonces, el diablo se hizo aire.

Sólo en ese instante la ventolera cesó en las afueras y el silencio cayó como una manta mojada sobre la estancia. Cuando se relajó mi pulso y el corazón se asentó en su caja, cerré la ventana y me volví en busca de consuelo en los ojos del Niño Jesús, en su pesebre. Pero lejos de hallar el sosiego que buscaba, se acrecentó mi desazón al apreciar que aquella figura venerable… ¡había desaparecido!

Y, en la quietud que entonces me ceñía, aún en pleno desconcierto, volví a escuchar aquella risa, la risa del diablo que me hizo temer para siempre la llegada de la Navidad.

©Trini Reina
Diciembre 2012

Obra de Marie Bracquemond

17 de diciembre de 2017

Lento oleaje


Tu pecho,
lento oleaje,
compás dulce
que, sin peso,
baja y se apoya aquí.
Aquí, conmigo y dentro.
Dentro de este ritmo celeste
que es mi pecho.

Y en el duro mundo que te navega,
sueño ser música en tu silencio
y espuma serena,
en los mares añiles
de tus ojos sin miedo.

©Trini Reina/2012

Obra de Alex Alemany