Mostrando entradas con la etiqueta Pétalos del alma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pétalos del alma. Mostrar todas las entradas

28 de julio de 2025

Pura vida

Obra de Douglas Girard
Los años que me quedan
quiero merecer la estancia.
O que ella me merezca,
el orden no tiene importancia.

Quiero bailar descalza con el aire
a ritmo de sensual lambada,
beberme los nimios detalles
y anegar de lunas mi mirada.

Salpicar de estrellas mis cabellos,
flirtear con las nubes,
presumiendo de alas,
gozar al ver cómo un bebé,
ávido del pecho de su madre, mama.

Desanudar mis muelles brazos
y abrazar esa explosión de vida
que trasmina de los niños,
cuando mis cansinos ojos los miran.

Ver desde la atalaya de mi ventana
cómo cae la lluvia al alba,
cuando el cielo semeja plomo
y los ahítos jardines palmean con el agua.

Escuchar arrobada a mis hijos
relatando con gracia
sus amores e ilusiones,
sus sueños y sus hazañas.

Aspirar el aroma feliz
de la tierra germinada
y del oeste el perfume que llega
desde los pinares de Doñana.

Quiero tararear por soleares
y cantar por sevillanas,
con la vida por peineta
y, de mantilla, la esperanza.

©Trini Reina
24/10/2004

27 de julio de 2025

No llevadme flores

No llevadme flores
cuando haya dejado de oír el susurro del viento rolando en la madrugada
o cuando mis oídos se vuelvan sordos al jovial repiqueteo de la lluvia tras los cristales de mi ventana.

No llevadme flores
cuando mis ojos dejen de admirar ocasos y auroras,
ni cuando mi mirada olvide perfilarse de rimel y sombras.

No llevadme flores
cuando mi olfato se niegue al aroma de mi perfume más preciado,
ni cuando mi nariz rechace la fragancia que emiten, en primavera, los jardines polinizados.

No llevadme flores
cuando mi lengua deje de paladear las golosinas y los alimentos,
ni cuando mis labios, a fuerza de helados, se revuelvan contra el fuego de añorados besos.

No llevadme flores
cuando mis manos derrochen vacíos,
ni cuando en mi cuerpo la piel permanezca inmune a la más efímera muestra de cariño.

Porque ¿para qué quiero flores entonces?
Es ahora cuando las necesito.
Ramilletes de besos,
bouquet de caricias,
racimos de dulces palabras,
jarrones de amor y delicias.

©Trini Reina
01/11/2006

Nota de la autora: 
Este poema lo escribí hace algo más de dos años, hoy lo he sacado del cofre de los recuerdos, y tras hacerle unos arreglos, lo vuelvo a editar, precisamente en esta jornada 1 de Noviembre, en que se acostumbra llevar flores a los camposantos para recordar a los difuntos.

26 de julio de 2025

La ruta al vivir

Imagen de la red
La mañana despertó huérfana de auroras,
somera flor apétala en tierra baldía;
miserable de sueños, extenuada de lozanías.

Levántate, te apremio, como Lázaro recorre el camino,
anda criatura, camina, camina.
Sólo existe esta ruta al vivir,
sin refugios ni orillas.

Paso sobre paso, día tras día,
inmutable al desaliento, insensible a la fatiga.
Calcetines de lana, botas de cuero bruñidas.

Arrastra la carga por trochas y senderos,
sin válidos extravíos prosigue la línea perpetua,
sin cotos ni refrenos.
Que no te venza la desidia,
que no triunfen los pañuelos.

Una jornada penumbrosa es el alba,
la siguiente, celestes se descuelgan los cielos;
el sol entibia la mañana, la tarde revienta en deshielos.
Quizá en el horizonte radique la meta.
Así que contumaz continua el trayecto.

© Trini Reina
16/05/2005

25 de julio de 2025

Heridas

Imagen de la red
Y la herida consigue replegarte
hasta el interior profundo de tu morada,
a la bóveda glacial y lóbrega
donde jamás luce el sol,
ni asoma un rayito de cálida esperanza.

Te aíslas compungida, abatida, descorazonada,
lamiendo las punzantes sajaduras
que te desgarran el alma.

Nada consigue paliar el duelo,
ni siquiera el consuelo del odio fugaz.
¿Por qué? ¿Cómo odiar una porción de las entrañas?
Nadie puede mitigar el escozor
que pincha como cizaña.

Te sientes inerme, sumida en una pena extraña,
el más hostil de los latigazos te han infringido con saña.
Y no con azotes de nueve colas, sino con tóxicas palabras
que penetran en el corazón y, como virus, lo taladran,
dejándolo inválido hasta que la bondad innata
y el tiempo, que todo lo cura, de nuevo resanar lo hagan.
Con mil perdones y olvidos
y la buena voluntad del que, a pesar de todo, aún ama.

©Trini Reina
23/01/2005

24 de julio de 2025

Esbozando senderos

Obra de Claude Monet
Esbozando senderos encontré caminos
y con los ojos del alma divisé mi senda.
Libre me sentí y avancé cubriendo etapas,
rebusqué por los vericuetos de mi vida.
Un nuevo valor a mi existencia,
un flamante sueño, un motivo,
una promesa que llenase mis manos de flores,
y sacara el corazón de su celda.

En una bifurcación me paré.
Cavilé colmada de paciencia
hacia donde encaminaría mis pasos,
prisioneros de invisibles cadenas.
Elegí la ruta mas florida,
la que brillaba con más estrellas,
olvidando la oquedad de vacuidades obsoletas.

Y saturé mi mundo de alas,
de espumas, de hadas y princesas.
Comencé a pintar poesías,
a trazar signos y letras,
y rellené el hueco de mi mente
que enmohecía de indolencia.

©Trini Reina
08/11/2004

19 de julio de 2025

Desdoblando alas

Obra de Vincent van Gogh
Cuando él besó sus estriadas heridas,
prendió el rescoldo en sus entrañas.
Y se alumbró la cúpula de estrellas
bajo la que ella perdida vagaba.

Así resucitó la alondra triste.
Revivió entre los brazos de él anidada.
Su amarga travesía lapidó,
y voló desdoblando alas.

Emprendió un revolotear sin temores,
regalando al ostracismo su carga.
Él consiguió que olvidara
la larga carestía de alboradas.

Del pelo le brotaron flores,
los ojos cual ascuas refulgieron
la madrugada que en un susurro,
en sus oídos él, le dibujó un te quiero.

Y su seno se inundó de suspiros,
y en el pecho por corazón, una rosa.
De pétalos se anegaron sus manos,
y las caricias dispersaron las sombras.

©Trini Reina
05/11/2004

5 de julio de 2025

Candelas

Obra de Elena Volovnik
Impulsiva se asió al ascua candente,
y el fuego no laceró su cuerpo.
Nada tenía el poder de herirla más
que el mordisco que la soledad taladró en su seno.

Así que se abrazó al rescoldo centelleante,
con él mitigó el severo helor del pecho, infinitamente más cruel
que todas las hogueras del infierno.

No ambicionó poseer un amor idílico,
eso hubiese sido una utopía,
pero se fundió con el ardor que aquellos besos prometían.
Calentó el gélido hueco de las manos,
los ojos como estrellas refulgían,
en el vientre la candela suturó antiquísimas desdichas.

Anegó la mente de olvidos,
se amparó en los brazos que le ofrecían
por una noche, en esas brasas se quemaría.

Sólo esta madrugada colmada de deseos furtivos.
Ya retornaría el yerto invierno,
cuando la aurora despertara al frío.

©Trini Reina
10 noviembre 2004

4 de julio de 2025

Cábalas

Obra de Julian Schnabel

No eran tiempos de rogativas,
sino épocas de dádivas.
Obligados a darse íntegros,
sin cuartos de lunas de distancia.

Hilaridad a borbollones,
nada de rictus sin saleros,
las miradas románticas,
jubilosas por derecho.

Acomodada la paz en las blancas manos,
la bondad por el alma desparramada;
sinceramente el cuerpo entregado,
la vida altruistamente regalada.

Mas la clarividencia no es tu don,
te perdías en cada jugada;
bajabas y subías columpiado,
al vaivén de dudas y cábalas.

El pavor te poseía a ratos,
Valiente, acaso por errata,
volabas entre dos vientos,
caminabas en alpargatas.

La piel reclamaba a los sentidos,
la mente solaz para sus estancias.
Alzabas al aire la voz,
más con la boca tapujada.

Vamos a dormirlo todo,
acúnalo entre carámbanos y escarchas.
Ojalá, al despuntar la aurora,
divises el sosiego que te esquivaba
y escoltes al amor hasta su caverna jaspeada.

©Trini Reina
19 noviembre 2004

3 de julio de 2025

Alma oscura

Obra de Constance Charpentier
Asperjadas hebras de plata
en su cabellera crespa.
Era indómita y atractiva,
briosa y altanera.

Fruta en sazón,
cautivadora y morena 
-como su tierra-.
De perfil dulce su boca,
la sonrisa perpetua.

Un día se quebró su risa,
la mirada se le hizo hoguera 
perdió luz su semblante
y fantasma simuló su esencia.

El príncipe de su leyenda
partió para olvidarla.
Transida en soledad
su espíritu vaga.

©Trini Reina
21 octubre 2004
Reescrito en noviembre 2016

2 de julio de 2025

Abre los ojos

Obra de Miquel Cazaña Llagostera

Cuando en tus días de asueto subas a la sierra, abre los ojos por mí, para que a través de ellos se rebosen de visiones mis sentidos. Ocúpate los iris de un sin fin de colores; verdes de vegetación, pardos de ásperas y calizas tierras, azules de límpidos cielos y afluentes. Glaucos y ocres de resolanas hierbas, y todos los tonos que desde el horizonte, a su antojo el sol refleja.

Graba en tus oídos la charla de los arroyuelos y cuando como Siddartha descifres lo que dicen, repítemelo luego, y así mis tímpanos ausentes, sabrán de qué habla y de quién se y ríe la pertinaz corriente.

Aspira el aire de las cumbres, satúrate de vida el alma y más tarde si por mi casa pasas me dibujas en un papel los garabatos que pintó la brisa en las cañadas.

Eleva tu voz al firmamento para que la ampare el eco y la devuelva acrecentada por campiñas y senderos. Y yo desde la lejanía empaparé mi sordera de armonías, las de la flora, cuando la mece el viento, y la de los animales que por las serranías habitan, cuando asustados corren a su guarida, azotando la hojarasca que protesta ofendida.

Ruégale al viento del Este que traslade hasta mis estancias, todo el perfume del brezo, los madroños, y la jara y trasmine mi olfato, de las innumerables fragancias de las montañas.

Del amanecer recoge la luz de mil tonos rosados, y cuando se agote el día y se retire harto cansado, acopia el fulgor de cien estrellas, y el embrujo de la noche que promete caudales de estampas bellas.

Loa a los olivos en mi nombre, cuando tras la bajada, los divises en la ladera, dile que por arcaicos y nobles una hija de la misma tierra los venera. Dales de mi parte las gracias por sus óleos de sabores brillantes y por su fruto tan pequeño, pero de magnanimidad abundante.


©Trini Reina/2004

1 de julio de 2025

Abrazos

Obra de Gustav Klimt
El abrazo perduró solo un segundo.
¡Qué poco basta para suplir ausencias!
Una fugaz caricia, 
un oculto beso,
una mirada discreta,
logran ocupar siderales agujeros
y calman tormentas caribeñas.
En ese minuto asoma el corazón a las afueras,
por los poros rebosa el alma
y la indiferencia huye rastrera.

Mas el tiempo inexorable tañe punzante,
reclama su espacio sin tregua,
se desanudan los brazos
y se recobran las mentes cuerdas;
con las manos tras la espalda
y la inocencia en la sonrisa puesta.

La brisa recogió el furtivo encuentro,
voló con él a la montaña secreta
donde reposan los sigilosos abrazos
de la gente que se ama sin estridencias.

Adiós mi bien, que te acompañe la aurora,
no olvides la mañana perfecta
en que mis brazos perdieron el freno
y robaron un trago de tu añorada esencia.

©Trini Reina
21 febrero 2005

28 de junio de 2025

Canto de luz

Imagen de giselaatje en Pixabay
Lamentarse cual plañideras,
es un mezquino agotar el aliento
en un mundo ya de por sí desalentado.

Por eso, hermano, te apremio
a lanzar al aire tu quebranto,
transfórmalo en esplendores de lunas,
y apaga los malos presagios.

Ilumina tus tinieblas,
prende una hoguera de amor ardiente,
aliméntala con polvo de estrellas,
y espárcela entre las gentes.

Da luz a las almas atribuladas,
enciende el candil de la dicha,
y destierra en un santiamén
las angustias y las desidias.

Y que la alegría al resucitar,
sature los corazones de euforia.
Que por las calles galope la gracia,
y en las aceras estalle la gloria.

©Trini Reina
29/10/2004

27 de junio de 2025

Como no eres nadie, lo eres todo

Obra de Fabián Pérez
Para la vastedad del universo, no eres nadie:
una hormiga más con su alimento al hombro,
un cero en las cifras, una llave sin cerrojo.

Pero para mí eres la deidad
que ocupa la hornacina de mi alma atribulada,
dolida de espantos, harta de desesperanzas.
Tus besos son los milagros que canonizan mis entrañas;
tu risa, el manantial que la perenne sed calma.

Para los glaciales planetas no eres nadie,
te miran ufanos desde su atalaya,
un punto diminuto allá abajo,
caminando con presteza hasta mi casa.

Pero cruzas el umbral de mi hogar
y el mundo, cual noria, gira.
De diamantes se iluminan mis estancias
y la sangre comienza un maratón de dichas.

Para los demás no eres nadie,
un simple número en las estadísticas;
con apellidos, un habitante,
una cara más entre trillones distintas.

Más para mí lo eres todo:
el maná, que mi hambre sacia;
la sal, que da sabor a mi insulsa monotonía,
el solaz, para mi cuerpo azotado;
las caricias que desecan mis agonías.

Porque tanto te amo, lo eres todo:
mi pasado, mi presente
y el futuro que, alegre, me mira,
el tesoro más preciado,
la pasión que me motiva.

©Trini Reina/2005

26 de junio de 2025

Chiribitas

Imagen de Alicja en Pixabay
El vacío imperaba en el centro de todo.
Angostó macetas de las ventanas,
en pasto convirtió a los geranios
y los claveles perdieron el grana.

Se demoraba la amanecida,
la testaruda noche no se avenía a irse a la cama;
las estrellas, en el infinito apagadas, bostezaban.

Sólo lucían los grises y ocres,
el arco iris sus colores racaneaba.
Las tinieblas descendían ocupando las líneas demarcadas.

Mas se oyó un grito rebelde
desde algún lugar de la oscuridad, desdeñándola.
Se negó a enmudecer para siempre
y entre estertores protestaba.
A la insurrección se sumó un rayito de verde de esperanza,
que pasó por allí y se unió a la campaña.

Con la algazara que estos creaban,
los rectilíneos labios a agitarse comenzaban;
un soplo de brisa les hizo cosquillas
y rompieron en carcajadas.

Se disipó de repente la niebla,
el rocío al aire dulcificaba.
Entonces, el cielo abrió sus puertas,
el sol férreamente lo conminaba.
El espacio se irisó de tintes:
rosados, azules y malvas.
Los recogió la aurora
y pintó de luceros su cara.

Las estancias volvieron a irradiar carmines,
los espejos chiribitas reflejaban.
El vacío se marchó con las orejas agachadas.

Todo está dentro de nosotros,
los amaneceres y las madrugadas.

©Trini Reina
12/11/2004

25 de junio de 2025

El alma de la muñeca

Obra anónima

Yacía la muñeca rota, desmadejada sobre la cama, aterida de frío, las manos invalidas. Vestida con harapientas prendas, miserable tiritaba, ardua tarea era cubrirse con las pobres frazadas.

Sintiéndose morir, instó evadirse a su alma, lejos de esa fosa de penumbras ocupada, y con un generoso suspiro la expulsó; libertándola.

Por una rendija de la celosía logró salir la desterrada, tras luchar con pesadas cortinas en damascos bordadas. Batiendo alas emprendió el vuelo, por un rayito de sol acompañada. Este le calentó el exterior y por dentro derritió su escarcha.

Se colmó el espíritu los ojitos, de doradas estampas, atesoró en su corazoncillo encendidas alboradas. Absorbiendo el olor del mar se ocupo los sentidos, de melódicas caracolas y perlas de nácar.

A un cometa le pidió la estela, y como bruja en escoba retornó a la alcoba, de hielo decorada. La soledad sin asomo de piedad, saciaba la estancia. A la muñequita, sumergida en ella, un hálito de vida le restaba.

Por los cristalinos ojos penetró la fiel ánima cargada; con arrobas de polvo de lunas, millones de azahares en guirnaldas, toneladas de sonrisas de niños, en pomos concentradas, los derramó en el seno de la marioneta, insuflándole vida al corazón y, soldando sus heridas, resanó a la muñeca rota, con susurros de amor.

©Trini Reina/2004

24 de junio de 2025

Él no la quería

Obra de Caspar David Friedrich
Él no la quería.
Jamás admitió que la amaba
sólo le reconfortaba saber
que ella a su son vibraba.

Cuanto más le cantaba ella
él más le reclamaba
que le regalase los oídos
con palabras iluminadas.

De alguna extraña manera
soñándola se alimentaba
ella saciaba el hueco
que le mordía las entrañas.

Pero él no la quería
nunca confesó amarla
sin embargo ella era la energía
con que su planeta giraba.

El agua que paliaba su sed
la pócima que lo sanaba
La música de sus silencios
El complemento de sus ansias.

Más él no la quería
A todos juró que no la amaba
pero cuando ella partió
se le quebró la vida en el alma.

©Trini Reina
17/10/2004
 

23 de junio de 2025

El rayo verde

Amédée Guillemin, “Los fenómenos de la física”, 1868

Nadie jamás la abrazó ¿Para qué?
Ella era tan fuerte, no necesitaba abrazos.
Era recia, de acero templado.
¿Para qué desperdiciar caricias,
consuelos y bellos vocablos?
Ella no merecía ser mimada,
era fuerte, de hierro forjado.

Todos a su alrededor la admiraban,
era, de virtudes, un dechado.
Todos lo percibían,
pero nadie miró en su corazón deshabitado.

Cierto día, un rayo verde iluminó su tejado.
Pero ella no supo verlo,
nunca antes la habían alumbrado.
Y, entre tanta penumbra,
la forma de amar había olvidado.

©Trini Reina/2005

22 de junio de 2025

Sembrando sueños

Esperando su arribada,
le abrió todas las puertas
y destapó las cien ventanas,
las cortinas de cretona,
sobre sí mismas arremangadas,
las paredes encaladas,
reverberando a media tarde,
la ropa en el patio tendida,
oreándose a compás del aire.
Al descubierto el corazón
latiendo a son de sangre y fuego.
El alma desnuda, tocada de níveo velo.

Apareció plantando flores,
sembrador de sueños con semillas preñadas;
orondas de dichas, de bondades insufladas.
Clarificando madrugadas,
iluminó de colores las estancia,
perfumando los sentidos
con millones de fragancias.

Y llegó para quedarse,
jardinero cultivando gracias,
colmando los espíritus
de cuantos en él se miraban.

©Trini Reina
27/04/2005

21 de junio de 2025

Labios sellados

Imagen de Guilherme Gomes en Pixabay
Los ojos no cedieron sus lágrimas,
aridez abrasando las pupilas.
El orgullo, prendido de un hilo,
devastado por la cruda partida.

Bebió de un trago su angustia,
sin fútil reproche enrostrado,
se embriagó de desesperos,
prohibidos los verbos suplicados.
Mudos los conatos de ira,
labios de puro amor sellados.

Lo dejó ir al entoldarse la tarde;
liberto marchó, maldita la hora.
Desperdigados tras de sí dejó
mantos y máscaras de sombras.

Suspendida la soledad en el aire,
raídas de ausencia las entrañas,
el corazón enlutado, las cortinas echadas.
La sangre, en las venas de adioses, cuajada.

©Trini Reina/2004

20 de junio de 2025

Lunas doradas

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Posó los dedos en su pelo salpicado ya
con hebras de estrellas.
Y el hueco de las manos llenó
con la luz de su tez morena.

Los labios carnales y hambrientos
besaron el rictus de su boca.
Y la desvergonzada lengua audaz se perdió
en el umbral de las sombras.

Lo adoró descarada y posesiva, hembra voraz;
mujer ternura.
Descendió la montaña de su cuerpo
disfrazada de frugal espuma.

La piel vibrante perlada, el alma desbordando deseos.
A él se entrego sin guardarse nada,
con él gozó saciando anhelos.

Más tarde cansada, se refugió en aquellos brazos
ardientes como nocturnas fogatas 
y entornando los párpados,
soñó que sobre la luna levitaba.

Lunas y lunas doradas de encajes,
vendavales de pasiones reprimidas,
caricias tantas veces idealizadas,
amantes sumergidos en delicias.

©Trini Reina
24/11/2004