Imagen de la red
Obstinados buitres picotean el borde de las estrellas y el vendaval del silencio despeina los saxos del olvido.
Las arenas abren sus corolas en el aire y el oasis se transfigura en abismo.
El paisaje, apagado de verdes, se retoca de amaranto. Sólo las zarzas sobreviven a lo que ayer fue fronda, y macabro resulta el escenario. Bajo el péndulo de un sol que rechaza la gentileza del poniente, los alacranes aguijonean la concordia. Las huestes de Tanatos clamorean por un alma para su aquelarre. Y el ser, impávido, se aviene al sacrificio.
©Trini Reina
Mayo 2010
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