Autor de la fotografía: Goathemala
en el que la primavera emulaba
los agudos del verano.
Era de alto porte y bajura en la mirada.
Severo, como noche de difuntos,
oscuro de libertades,
y ávido postulante a las pasiones
que suponía en otros.
No era proclive a la sonrisa,
acaso recelaba en desnudarse,
o, en el fondo,
consciente era de que lo afeaba.
Nos aturdía su envés cobarde
y la afilada indiferencia que,
como ser, lo empequeñecía.
Y llegamos a creer
que tenía por alma
un arsenal de nieve a copos.
De voluntad inquebrantable,
afirmaba, nada lo esclavizaba:
-ni nicotina, ni licores espiritosos,
ni hembra arrebatada-.
Un día, galopaba marzo,
parece ser que susurró al cielo su marcha;
pero el aire agasajaba al paraíso,
y vacantes quedaron las campanas.
Nadie reparó en él cuando huía
hacia la frigidez de donde llegara.
Poco perduró su estela
en las clarividencias y en las entrañas
y tampoco se inmutaron,
en su ausencia,
las entretelas de las arañas.
©Trini Reina
Abril 2010
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