De alta alzada y un pronunciado blanco sucio. Sucio como el secarral donde pasta a pleno sol de julio, mi mirada se posa (al pasar en auto) sobre la figura de un caballo.
Algunos hombres lo llaman bestia.
Un pequeño balde de caucho y negro contiene el agua que, a estas horas, sobrepasado el mediodía, debe de estar a punto de sopa.
Atadas las patas delanteras a la altura de los cascos, sin sombra que amaine el fuego solar que sobre sus crines cae, pena los días de calor y verano. Y... ¡es tan hermoso, a pesar de la intemperie a que le obligan…!
¡Es tan hermoso!
Sin conocerlo, reniego de la inhumana humanidad de su amo.
©Trini Reina/Julio 2016
Imagen de la Red
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