17 de enero de 2017

De lo cotidiano, El sueño

Paso muchas horas tendida en la cama – mi esqueleto y sus “tornillos” así lo exigen –.  Sin embargo, la mente va por libre y se revela contra la impuesta vagancia y no deja de azuzarme a  emprender tareas: escribir, leer, programar, inventar inútiles labores, soñar…
Hoy, mediada la noche, desperté y en el desvelo rememoro la pesadilla donde buceaba hasta que mi vejiga protestó:

“La muchedumbre caminaba hacia un lugar  indefinido donde con antelación había sido convocada por un Ser Superior, llamémosle Dios.
La hora de la multitudinaria reunión: las doce de la mañana.
El motivo: Último día de la Humanidad.”

Bueno, ya conocemos lo engañosos que son los sueños.

“Caminaba la gente unida, despacio, enhiesta y disciplinada; como ganado en el Viejo Oeste. Unos iban  serenos, riendo, confortados y conformados; como a una fiesta. Otros, en cambio, aunque advertidos y entregados a la venida del Fin de la Existencia, acudían a la siniestra convocatoria saqueando comercios vacíos,  desvalijando bancos abandonados, desnudando joyerías sin cerrojos, asaltando viviendas ostentosas, ya sin alarmas. Acaparando, arribaban al lugar convenido con valijas rebosantes de  caudales, oros sobrado de quilates, diamantes lujuriosos, objetos prohibitivos, fruslerías fastuosas…
Mezquinos, falaces, deformes de humanidad, inválidos de amor,  bandidos con corbata, tropa espantosa que no ceja en su avaricia ni a sabiendas de su último día, para estupefacción de íntegros corazones, de adeptos de la bondad...”

Consabida es la huella de realidad que, implícitos, portan los sueños.

En tal pesadilla os prometo que, diáfana y provista de colores y escenarios, percibí, como cuando vislumbro la realidad que nos rodea, que hay humanos, ¿humanos?, que tras eras y siglos de conocimiento, aún continúan  acaudalando, acaparando. Incluso si eso les supone vivir en y de la miseria; tratando de llevarse lo propio y, a poder ser, lo ajeno, al otro mundo. Cuando absolutamente todos debemos de saber que, nada, absolutamente nada, nos hace tan desnudos e iguales como la muerte.
©Trini Reina
Enero de 2017
Pintura de Antonio Saura
" Multitud"

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