Insiste la flauta. Mejor diríamos, re-insiste el niño. Sopla con tan poco arte que el instrumento sólo
emite notas en desequilibrio.
Patio interior.
Se arrastran muebles, se martillea, se porfía, se ríe, aumenta
o disminuyen las voces. Se bajan y suben las escaleras; a veces con civismo y
otras a la carrera. Suena un teléfono, las persianas se bajan sin sutileza. La
vecindad bulle, aún en la sobremesa. Repican los timbres, vajillas y cubiertos
van de la mesa a la cocina, a veces alguno cae y estrepita. Una lavadora
centrifuga mientras un microondas tintinea.
Pasan las cuatro de la tarde. Tarde de otoño y cotidiana;
despejada de cielo y seca.
El cuerpo me pide descanso y la mala noche demanda
siesta. Pero los sentidos no reposan y los pensamientos se atraviesan. En el
patio interior se consagran los ruidos y los aromas se mezclan.
Las cuatro y media
y huele a café, incienso y faena.
Yo leo sin mucho empeño, y la flauta suena y suena…
©Trini Reina/Noviembre 2017
Imagen de la Red
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