7 de febrero de 2010

Entelequia XIV



De repente los matices se invirtieron.

Desde el claror se deslizó, llegando a la oscuridad inoportuna. El ambiente se tornó vetusto, con un leve aroma a ferruginosas hazañas. Los crujidos que, por doquier, lo aturdían eran los cegados lamentos de la armonía condenada. Sobre las paredes de aquella estancia trastocada, la verdina tendía sus ínfimos tentáculos. Aguas viscosas entretejían todo y, en suspensión, un polvo incandescente por la escena se vertía. Entre tanto, el afilado miedo le quebraba las entrañas.

Un relámpago mal conquistó los cristales, y la persistente lluvia tamborileó contra el tejadillo de pizarra. Desde el fondo de un abismo desorbitado la conciencia se deshoja del árbol atroz de su penúltima pesadilla.

©Trini Reina
Febrero 2010

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