Imagen de la red
Te despierta el tic-tac del reloj, la ducha del vecino o sus ronquidos, la lluvia, un portazo con mal humor o prisas, unas botas amartillando los escalones, un perro desesperado, algo inconcreto, el viento...
Despiertas y de golpe se derraman entre las sienes los dilemas que anoche el sueño amainó.
Brincan, se exaltan, burbujean unos y otros -nunca van solos- sin que el razonamiento sea capaz de aplacarlos.
Entonces, se hace océano el desvelo y resignada huyes de la horizontalidad de la cama. Pero, insistentes, los problemas te siguen y ocupan, también, la raíz diurna de la verticalidad.
©Trini Reina
Octubre 2010
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