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9 de agosto de 2025

Vestigios

El patio encierra un hálito de fe que trasmina el espíritu, desde el instante en que cruzamos el arco de fragantes jazmines. Su empedrado está vencido por infinitud de pisadas y, sobre nosotros, las nubes peregrinas trazan una bóveda que jamás interrumpe sus cambios. En la fuente octogonal el agua cabriolea con el poniente. La musicalidad en movimiento, se enhebra a los sentidos. La melancolía juega a colonizar mi espíritu. Él solicita mi atención y momentáneamente huyo de ella, que queda agazapada, a la espera.

Entre las verdinegras hojas de la hiedra, surge un pasadizo, otrora desapercibido, y hacia allí nos encaminamos. Al traspasarlo, un beso de rosas se derrama en mi piel y, ante nuestros ojos, la rosaleda desviste y ofrenda la majestad de sus matices. El contraste entre los dos recintos propicia un repique de campanas por mis venas.

La melancolía retorna a mi lado, esta vez para empaparme, como arroyo aniñado. De repente, comprendo el sentido de mi viaje a este jardín monacal. Quería frecuentar los pasos que, antaño, tú transitaste.

Él se percata de la confusión que me abate y yo, pesarosa, rehuyo su mirada mientras acelero los pasos, clamando por la salida.

©Trini Reina
06/04/2009

8 de agosto de 2025

Shanna

Esta es la historia de Shanna, la que siempre tenía prisas.
¿Dónde iría esa muchacha? Anduvo por la vida oteándolo todo, y nunca vio nada. Qué premura padecía, era como si presagiase que la edad venía apurada.

Se apresuró a nacer antes de que tocasen diana, habló con anticipación de horarios, caminó entre la madrugada y el alba. Aún corría el invierno de su niñez cuando se sintió enamorada y dejó la adolescencia por los rincones herrumbrada.
La incipiente mujer, en un abrir y cerrar de ojos, en las manos vislumbró las arras y a la mañana siguiente en el pecho, un hijo de ella se alimentaba. Consideró normal lo que extraordinario se consideraba. Se creyó hembra madura, cuando verdes eran sus ramas.

Así galoparon los años, el reloj de una campana a otra saltaba, los minutos eran segundos, las semanas en horas pasaban. Y las estaciones, por el espacio se sucedían, de rutinas fraguadas.

Cierta noche no asomó la luna, las estrellas en sus cunas holgaban y el horizonte emergió mísero de alboradas.
Con pinzas inmundas el cangrejo de frente avanzaba.

Mas, cuando la vida mostraba su faz descarnada, se rebeló y ordenó a sus ojos despegar las pestañas. Juró saborear el futuro con avidez, de su mente colgó farolillos, el cuerpo ungió de esperanzas, bebió selectos caldos y lamió la miel más elaborada; se llenó el corazón de dicha y luchó con diez espadas, desdoblando la tozudez que poseía en el alma.

Rediviva, sermoneó a la existencia por el maratón que había corrido y le dijo que, en adelante, a pasitos cortos vagara. Se abrió a las cosas bellas, beneficióse de las lecciones que aprendió de las cosas malvadas y, henchida de entusiasmo, reemprendió la marcha. Pero esta vez con el freno puesto, deslizándose como espuma por un airoso mar en calma.

©Trini Reina
17/04/2009

21 de julio de 2025

En principio

En principio fue tu corazón el que, voluntariamente, se arrojó al abismo de la ausencia. Y luego, a dolor lento, he ido perdiendo todo de ti.

Los fugaces amagos de pasión que, por error, me brindaste se tornaron nebulosos y tu imagen se volvió sepia para anular, en mi retentiva, cualquier aire de tu rostro.

Las letras se desarticularon hasta perder sentido y desvanecerse de tus amarillentas cartas. Las promesas se licuaron, como fugitiva nieve al sol, y enmohecida, al fin, agonizó la esperanza.

No me queda nada de ti. Ya se ahogó tu mirada en el agua de mi espejo y el tiempo apagó la pálida luz de tu risa; inclusive el recuerdo, que como oro protegí, en ese lugar de mi alma a tu amor reservado, se ha convertido en plomo o, al menos, tan poco vale; y como tal pesa.

©Trini Reina
26/05/2008

12 de julio de 2025

Si tú quisieras

Obra de Oskar Kokoschka

Si tú quisieras, por ti yo sería amanecer que se despliega. O si te empeñas, noche embrujada tachonada de estrellas.

Si tú quisieras, vestiría los esplendentes colores de la primavera. Y si sombras es lo que anhelas, robaré al otoño los dorados matices que lo enseñorean.

Si tú quisieras, con mis manos para ti lazaría la luna, y la pondría a tu derecha. Y al sol imploraría que con sus rayos, luz y calor te conceda. Y para ti, un reino fundaría, si tú quisieras, donde reales se hicieran las altas quimeras.

Si tú quisieras, embalsamaría mi piel con aromas de clavo y canela, así tus sentidos se hechicen, y en ella se pierdan. Y te donaría mis besos de ternura, y también, los que toda mi pasión encierran. Y a caricias tatuaría tu cuerpo, de pies a cabeza.

Si tú quisieras, te traería del mar una ola de espuma quieta. Y una playa blanca donde liberto vivieras. Y en las alas del viento, sí tú quisieras, yo iría contigo hasta los confines de esta tierra.

Si tú quisieras, sí tú me quisieras, mil palabras de amor mi boca emitiera. Pero como no me quieres, las guardo en mi cofre de letras y de vez en cuando las oreo; y compongo una poesía con ellas.

©Trini Reina/2005

10 de julio de 2025

Acuarelas

Imagen de la red
Nada ha cambiado, descubro en mi retorno…

En el paisaje que una vez compartimos, los días se perpetúan en este lene matiz de otoño; el río, la casa, la arboleda exuberante que hiere al contrastar con el jardín sombrío y eternizado en mi memoria. El banco donde te esperé aquella remota tarde de lozanas alegrías, cuando el crepúsculo y hasta el aire conspiraron para entretejer nuestros destinos.

Luego, lejos de aquí, vendrían los acerbos días y aquellas noches que no merecían el alba. Y si alguna vez lo alcanzaban, el cielo se negaba a despojarse de su túnica de nubes.

Nada ha cambiado en las afueras de mí, pero engañarte no puedo. Sabes que, despojado de ti, en mi corazón reina el vacío y, mi alma, profanada de soledad en su seno se conmueve.

Regresé a casa sin ti, para de ti redimirme en el santuario que un día venturosos habitamos, y a pesar de que tan siquiera una flor ha modificado la acuarela, la expiración de aquel amor, aquí, multiplica en mi pecho la agonía.

©Trini Reina
07/09/2007
Del Poemario "A medio latido del alma"

25 de junio de 2025

El alma de la muñeca

Obra anónima

Yacía la muñeca rota, desmadejada sobre la cama, aterida de frío, las manos invalidas. Vestida con harapientas prendas, miserable tiritaba, ardua tarea era cubrirse con las pobres frazadas.

Sintiéndose morir, instó evadirse a su alma, lejos de esa fosa de penumbras ocupada, y con un generoso suspiro la expulsó; libertándola.

Por una rendija de la celosía logró salir la desterrada, tras luchar con pesadas cortinas en damascos bordadas. Batiendo alas emprendió el vuelo, por un rayito de sol acompañada. Este le calentó el exterior y por dentro derritió su escarcha.

Se colmó el espíritu los ojitos, de doradas estampas, atesoró en su corazoncillo encendidas alboradas. Absorbiendo el olor del mar se ocupo los sentidos, de melódicas caracolas y perlas de nácar.

A un cometa le pidió la estela, y como bruja en escoba retornó a la alcoba, de hielo decorada. La soledad sin asomo de piedad, saciaba la estancia. A la muñequita, sumergida en ella, un hálito de vida le restaba.

Por los cristalinos ojos penetró la fiel ánima cargada; con arrobas de polvo de lunas, millones de azahares en guirnaldas, toneladas de sonrisas de niños, en pomos concentradas, los derramó en el seno de la marioneta, insuflándole vida al corazón y, soldando sus heridas, resanó a la muñeca rota, con susurros de amor.

©Trini Reina/2004

22 de julio de 2019

Remembranzas


¿Qué hacía ella allí? En aquél patio de vecinos semivacío, acompañando a aquella anciana casi ciega, sin nada que decir y ansiando volver a su casa; con sus muñecas acaso, con sus cuadernos quizá, con su retraimiento seguramente. ¿Dónde estaban los novios que tenía que “guardar”? La habían dejado allí, a la sombra de la abuelita, y marchado a algún asunto, ahora olvidado tras la cortina de los años.

Sintió cómo la incertidumbre galopaba por sus arterias y el silencio erigió un panel en su garganta ¿O era obra de las lágrimas reprimidas? Permaneció allí, sentada en una sillita baja de enea, acompañando a la viejita, tan muda como ella, en medio del gran patio. Al menos, a sus diez años, lo percibía kilométrico.

La anciana abandonó su hamaca y entró a la casa. Trasteó a tientas por ella y encendió la televisión, luego marchó hasta la mínima cocinilla y allí se quedó. Desde el patio, aunque no se veía, sí escuchaba el Telediario de la noche. Hablaban de que el hombre había puesto, por primera vez, un pie en la luna…

La niña, entonces, elevó sus asoleados ojos al cielo nítido de julio y allí, serena, irradiaba Selene ¿Fue la primera vez que tuvo plena conciencia de ella? Nunca la había mirado con tanta profundidad y anhelo. Distinguía sus manchas, montañas, le parecían tan distante y minúscula. Por primera vez en esa tarde-noche, no se sintió fuera de lugar y perdió la sensación de desamparo, mientras buscaba al hombre que paseaba por la luna, con la esperanza de divisarlo, desde la oscura planicie del patio.

©Trini Reina/Julio de 2009

12 de septiembre de 2018

Cielo y tierra (recomposición)

 


Soñando… 
Te vi. Llameaba el silencio en las afueras. La madrugada me cautivó con su pórtico de estrellas. Venías despacio, escoltado por la luna; las nubes esponjaban tu camino. Apareciste ante mí y creció el hechizo. En el hueco de tus manos germinaban las flores del deseo. Tus dedos tiñeron de rosa mi piel y prendieron rumores en la sangre. A ti se aferró mi cuerpo, entregado; mientras el alma, en su hueco, festejaba la armonía.

Y todo el cielo fue nuestro… 

Desperté. 
Al inaugurarse la aurora, mi mano viajó buscando tu cuerpo, pero sólo las sábanas, en su frialdad, la caricia recibieron. De repente, se deshizo la quimera. Se diluyó la dicha del claro sueño. La realidad me besó la frente con sus labios helados. La ausencia se coló por todos los poros, hasta impactar con la ingenuidad del corazón. La mañana, impaciente, azotaba mis ventanas, con la crudeza de lo real. Y, en el jardín, los pájaros desataban la algarabía. Recordándome que, a pesar del desarraigo, el mundo no cesa de girar.

Y la Tierra me abrazó… 

 © Trini Reina 
07/05/2005
 Octubre 2012

Obra de Sally Storch

8 de agosto de 2018

Cuarenta grados a la sombra



La tarde es bastión de estío sureño. El aire de agosto quema
como vapor de olla. La calle, vacía, caldea las huellas que repito.
Paso del tedio al ahogo, de la asfixia al cansancio.
El trayecto  es opresión incandescente, y el sudor que exhalo es evidencia que estimula a la mosca, que no renuncia a perseguirme. El aura de mi perfume la llevará a verme como un cactus  pasmoso. O quizá la seduzca mi acalorada agitación.
El asfalto semeja fragua -sin el brazo de Vulcano-.
Ni una nube extraviada alivia el furor añil de las alturas; y el sol es felino lujurioso que me muerde blusa y huesos.
Mi rumbo es sencillo, llano, pero lo hacen inexpugnable, deber y verano.

©Trini Reina/agosto 2018

15 de julio de 2018

Feliz...



A veces, sin previo aviso, de repente, un aluvión de bienestar, una riada de gratitud a la vida, me colma el espíritu. Es una sensación tan extraña, tan hondamente jubilosa, que su furia me comprime el pecho, como si fuese un acordeón por una mano invisible acariciado.
A la garganta confluye una ola de dicha y muerdo mis labios para no gritar a los cuatro vientos la felicidad que me posee en ese instante esplendoroso, pues el mundo pensaría que, definitivamente, perdí la cordura. De los ojos escapan unas lágrimas, tan de goce que más parece la carcajada muda de los sentidos. Confieso que ese estado es tan íntimo e intenso como efímero. Mas, cuando a mi organismo lo inunda tal oleada, me queda en el cuerpo un regusto a gloria que suaviza mis músculos y nervios, que empapa de energía mis huesos y órganos, que arrulla a mi alma y la serenidad le confiere…

©Trini Reina/18/07/2007
Obra de Alexandra Nedzvetskaya

27 de junio de 2018

Allá a lo lejos...



Allá a lo lejos se ilumina una ventana.
Nosotros, al sereno, bajo un árbol intemporal, compartimos palabra y soledades. Olvidados del tiempo y su premura, hilvanamos nuestras manos y nos confiamos al susurro. El aire huele a sal y violetas y una flor de jacaranda se precipita e invade tu pelo. Una farola derrama su círculo de azafrán, sobre dos gatos cordiales -únicos testigos- de esta huida a lo vedado.
Allá en la lejanía se oscurece la ventana, y tú y yo, a besos, nos encendemos.

©Trini Reina/julio 2018

10 de junio de 2018

Pensando...



Los pensamientos vagan, excitando la añoranza por los gastados años o ensanchando aún más la gratitud por lo vivido. Silentes, golpean las sienes, desbordados. Enmarañados unos con otros nos llevan al pasado o atraen al presente y, a menudo, se interrogan, machaconamente, sobre el devenir.

Alguien requiere nuestra atención y nos sentimos liberados del caos de la mente. Entonces los pensamientos se retraen y, como fieras heridas, buscan su cubil, no sin antes, haciéndonos un guiño con ironía, certificarnos su retorno.

©Trini Reina/24/08/2008
Obra de Auguste Rodin

20 de mayo de 2018

Momento II (De lo Cotidiano)



Pasa la tarde arrastrando sus sandalias grises. Llueve, y eso no nos extraña ya en esta tierra, de donde se ha exiliado la sequía. Dicen que alguna vez nos hostigaban los anticiclones, pero la memoria es delgada en ocasiones y parece que nos nacimos en la tormenta.
Crepita el silencio, si exceptuamos el rachear de las ruedas de los coches sobre el asfalto desbordado, y ese sonido me sirve de acompañamiento, mientras leo, voz a media altura, poemas de Ángel González.

Allá, traspasada mi ventana, los pajarillos, acaso gorriones, reservan sus alas empapadas de la intemperie (aunque difícilmente lo consigan), y cruzan el cielo otras aves más audaces, en pos de las marismas.

Alguien sale desde su casa a la escalera, dando un portazo, y baja a saltos, de dos en dos, los escalones, rasgando así la momentánea serenidad que me mecía.


©Trini Reina/Marzo 2010

17 de mayo de 2018

Hoy...


Hoy quise dedicarte un último poema, y mis dedos, inermes, no atinan a esgrimir la pluma; mientras el alma naufraga en el tintero.

Hoy quise escribirte un último soneto. Poner  colofón a esta historia  infructuosa con unos versos supremos; mas el silencio en la garganta se ha instaurado, y la voz se quiebra antes de emanar.

Hoy quise liberarme de ti con un poema. Una postrera estrofa, la rima final, la despedida… Mas las rebeldes letras, como adolescentes enamoradas, se niegan  a fluir.

Hoy pretendí dedicarte un adiós hecho poesía, y lo único que brota de mi mente son palabras de amor. Bienvenidas envueltas en versos.  Parabienes con rimas azucarados.
Hoy quería irme de ti... y como siempre me he quedado…

©Trini Reina/ 26 de abril de 2005
Obra de Pierre Bonnard 

4 de mayo de 2018

La vida a plazos...


Que sí, que puede que el ascensor se desplome y quede tu cuerpo como el país de un abanico. Que nunca se está a salvo de que algún desdichado, fardando de lata, pise de improviso el acelerador, o que una esquina antes haya burlado un control  de alcoholemia de improbable superación; o que una ventisca espontánea derribe un tiesto siete plantas más arriba y te corone de flores la testa y el sepelio.

Que sí, que no se está libre de que te desvalijen la cartera y la vida, ni de que un infarto decida, después de tanta batalla, de golpe fulminarte.
Pero hoy es imposible controlar esa pelea de gallos en la barriga,
ni borrar con maquillaje el amarillo sin sol del semblante, ni obviar el miedo, que se arrellana a sus anchas en el palco de las pupilas.

Y de golpe, el silencio, la quietud reconquistando los órganos, el inexplicable júbilo de los enfermos cuando le prolongan los plazos.

...Y sales por aquella puerta,
y la entornas,
y dejas atrás camillas,
batas inmaculadas,
murmullos,
el pánico maniatado de los que esperan,
la voluntaria que ofrece café o caramelos
para endulzar la incertidumbre
y entonar la confianza.

Y subes
-rediviva-,
las escaleras,
como si de espuma se tratara.
Y sales a la calle.
Sales a la calle
y recuerdas respirar…

©Trini Reina/diciembre 2011

3 de mayo de 2018

Al abrigo de tus brazos



Cuando la noche fundó nido en mi pecho y en las afueras acampó la madrugada, rayitos de luna fueron tus palabras. Rayitos de luna que, de brillos, incendiaron mi mirada.
Y aunque largo fue el naufragio y negras las olas que me surcaban, te convertiste en el auxilio que impidió que me sofocase en ese mar de sombras que aún hoy me reclama.
Y entre tus brazos descubrí el extranjero país de la pasión. Y fueron tus besos los que reinventaron en mi alma la ternura. Y fue tu cuerpo magnánimo abrigo, porque en ti siempre hallo hospedaje cuando el dolor alcanzarme quiere. Pues, quieras o no, poder tienes para con una lisonja, un signo, una sonrisa… desclavarme del vasto crucero de la amargura.

®Trini Reina/ 25 de febrero de 2007
Obra de Shaun Ferguson 

17 de abril de 2018

Tarde de abril



Un capote de nubes enluta la tarde, tan azulada minutos antes. Aún no llueve, pero ya clamorean los truenos en la lejanía. Algunos niños vocean en el soportal, disputándose la pelota, emulando a sus jugadores favoritos. En casa duermen una siesta pasada de hora y el vecino de abajo escandalosamente estornuda. El tráfico disciplina al asfalto, recién restaurado, y el viento goza soliviantando ramas de árboles, autóctonos y exóticos, del jardín frente a la ventana. Asomada a ella, observo a los gorriones, que  caminan a saltitos, picoteando algunas migas de pan que les arroja la viuda de la buhardilla. El espíritu se confabula con el entorno y un deja vu me traslada a un escenario enmarañado a los caireles de la memoria.
Tarde de abril. Desde mi atalaya la calle es platea donde desfilan, irrepetibles, los instantes de la vida.



©Trini Reina/Abril 2010

15 de abril de 2018

Contemplación



La mujer del cuadro me contempla desde la inconclusa sombra de sus pestañas. Su rostro oblongo golpea el esqueleto de mis ojos, recostados en su finura. Siento como la clausura que la abate escapa del lienzo y me traspasa. El espacio se torna silencio. Silencio que rompe el reloj, donde los minutos se malogran.

Con sus labios de agua, la mujer del cuadro parece ansiar narrarme su historia; pero los pinceles voz le negaron.

La tarde reverdece y el sol desgarra las vidrieras con potencia airada. La mujer del cuadro se retrae ante tan alta luz y deja de girar en las curvas de mi retentiva. La comunión del instante pliega velas y me abandono en la salina feraz que desecó la marisma azul de mis lágrimas.


©Trini Reina/Mayo 2010
Obra de Isabel Navarro Verdú

7 de abril de 2018

Abril...


Trae abril aguas de recuerdo.

Amaneceres azules con blancos lunares.
Crepúsculos que se alargaban hasta elevar las lágrimas. Gaviotas que explayaban su libertad ante nuestros ojos, logrando que anhelásemos, como nunca, la alegre insurrección de unas alas.

Regresa abril perturbando mis sentidos, al dolor adormilados. Trae aromas de mar, murmullos de apacibles olas, suspiros de brisa jugando entre arenas y mareas… Retratos en sepia, que se despliegan en la memoria, soliviantando la paz de las pupilas.

Nace y muere abril. Inicia y cancela hojas en el calendario, mientras una página perdura indeleble en su inmarcesible transitar.
Reminiscencias de aquel abril, sobrado de lunas,
que dolorosamente contrasta con éste,
tan corto de estrellas.

- Va y viene abril -
©Trini Reina/23 de abril de 2008

10 de marzo de 2018

Avenate XIV


Quizás, algún día, ellos lean mis poemas.
Ya me habré ido por los caracoles del aire...

Desdoblarán la profunda galería que, a versos, concibió mi alma, y noción tendrán del extraordinario universo que enfilé todos estos años, en que ellos llevaban las manos pobladas de errores, o rebosantes de complacencias.

Quizá yo, desde tan lejos como me traslade la muerte, los mire alguna tarde y con  amargura vea como aquellos sentimientos  impregnan sus ojos. Y puede que, con un pañuelo de nubes, sin que casi me perciban —tal cuando vivía— les enjugue las póstumas lágrimas.

Aunque más probable será que mis poemas languidezcan —de polvo y abandono— sobre la estantería, donde con elevado júbilo interior, los recopilé. O, que en un distanciar, para que no duela, acaben arrojados al contenedor azul de la avenida.


©Trini Reina/abril 2010