Imagen de la red
Una hormiga
le invoca
desde el abismo
-ínfima voz que se alza
en las corolas del viento-.
Y ese salmo, imperturbable,
lo arrastra hacia las aristas.
Sus ojos otean la hondura
y presiente el pérfido ímpetu
que reclama compaña.
Las piedras,
seísmo bajo sus plantas.
En las alturas
no hay pájaros que comparezcan
con el hambre entre sus picos.
Le atrae
-cuerpo zafral-
el declive.
Y, ajeno de voluntad,
otorga potestad a sus élitros...
©Trini Reina
Dicciembre 2010
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