Autor de la pintura: J.Gregorio Toledo
Hay “ángeles” que emergen al borde del caótico abismo al que las circunstancias te abocan.
Surgen en tu vida cuando padeces un ciclo ominoso y te ofrecen las puntas de sus alas para ayudarte a resurgir de ese taxativo infierno, donde un perverso diablo, a traición, te ha empujado.
Acaso lleven a tu alrededor mucho tiempo, los veías y apreciabas como entes familiares o concretos, accidentales o cotidianos. Tienen las alas plegadas, sonríen sin dobleces e incluso, alguna vez, llegaron a causarte pesadumbre. Pero de repente, cuando crees que la negrura se hará dueña de tu existencia, como una flor en primavera, eclosionan, tomando crucial importancia. Esa para la que, el destino, los allegó a tu vida.
Traen la bondad en las manos. En los labios, la palabra precisa. Y el corazón se les derrama en cada acto. Tú, en tu debilidad, te aferras a él o ella (¿qué más da, no dicen que los ángeles no tienen sexo?). Te aferras y con su desinteresado apoyo sobrevuelas hostiles precipicios, levitas sobre temibles pedregales, coronas montañas infinitas… Algo inconcreto, que de ese espíritu proviene, te asevera que no te abatirán de ningún modo. Quizá tropieces, tal vez, en el paisaje más llano, pero tu “ángel”, que hasta entonces era un ser habitual o que para la rigurosa ocasión arribó a tu vida, no se sabe por qué prodigioso edicto o por qué albur venturoso, te sostendrá hasta elevarte. Y se afanará en sanarte las heridas, enjugará con su pañuelo tu llanto, prenderá con magnánima luz tu esperanza y alegría; y seguirá ahí, sin desfallecer, alisándote el siguiente tramo en esa ardua vereda de tu íntimo exilio.
Y cuando al fin logres la victoria, cuando prosperes de entre esa tempestad que creíste inacabable, ese gozoso día habrás de compartir, con ese ser que mientras librabas batallas guarnecía el tálamo de tu reposo y colmaba de alimento tus alforjas; los laureles del triunfo.
Luego, cumplida su misión, sin algazaras, volverá al anonimato o, en algunos casos, se desvanecerá sin dejar huella palpable, aunque sí una estela indeleble en tu espíritu agradecido.
Y así sucesivamente van apareciendo ángeles en cada escollo que has de salvar en la vida, mientras, acaso, sin tú percatarte, en este instante, seas el ángel salvador para la angustiosa necesidad de alguien.
© Trini Reina
23 de febrero de 2008
23 de febrero de 2008
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