Lo buscó por las cuatro esquinas de la alcoba, entre las lágrimas cristalinas de la araña, los pliegues de la colcha y en las plumas de la almohada. Lo llamó en un susurro y, percibiendo que la suavidad no lo atraía, a gritos lo reclamó el cuerpo desmadejado. Mas el sueño, rebelde, se negó a comparecer. Ya de madrugada, colmada de desesperación, abrió los ojos de par en par y se dejó poseer por los garfios del insomnio.
©Trini Reina
Octubre 2005
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