Una mujer
desgarra el telón del silencio.
De sus manos
caen las retorcidas alianzas
que vejaron su existencia.
La sangre –ahora suya-:
espuma y aire.
Una mujer
deserta de la intolerancia
y derrota a la noche amarga.
El valor envuelve sus cabellos
y la voluntad fortalece
al corazón malquerido.
En sus entrañas agonizan
mariposas equivocadas
y estrena razón y alas
que la elevan de la mentira.
Una mujer
vislumbra los violetas del alba
y la confianza desborda su espíritu.
A mordisco arranca
la corteza a la esperanza,
hasta palpar sus ramas,
hasta beber su savia,
hasta que, a su renacer,
como olas templadas,
arriben las hojas áureas
de la victoria.
Pintura de Valery Tsukahin
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