Te prefiero de luz
-incluso en sombra-
que a la tristeza asida.
Te prefiero libre
-aunque en silencio-
que obligada en la alegría.
Te prefiero tú,
rama y esencia mía.
Te prefiero
en la cadencia del aire,
en el eje de la risa,
en la útil constancia
y la siempre justicia.
Lejos del llanto
y de sus cumbres
de sal umbría.
Te prefiero sincera,
aunque me duelas,
y ajena a la melancolía
que amenaza tu piel de lumbre
con sus alas frías.
Te prefiero azul
a nieve,
ave a súplica.
Te prefiero, tú,
íntegra y dulce y mía.
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