Al otro lado de estas paredes,
paredes de hiedra y desafío,
declina un sábado sin linaje.
El cielo pasa entre las cortinas,
velero tras la luz de mis ojos.
Las cinco en la esfera del extravío
sobresalta a la tristeza.
Renuncio a la cruz donde me afirmo,
asomándome a la llama de las afueras.
Un mirlo se demora entre las ramas,
de hilos y estopa su pico herido.
Y el aire en el aro de las cumbres
-rompiendo el presagio del instante-
vira y retorna trayéndome
una armonía de soles y jacintos.
Fotografía de Donata Wenders
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