de la Hacienda Horizontal derecha,
ese en cuya fachada
—inhóspita y en hileras se ahoga la hiedra—,
noche tras noche se adhiere,
como hoja al árbol,
a la hostil flecha de la espera.
Sin rehuir el hierro que conlleva la herida,
va enhebrando haces de soledad con harapos de ausencia,
y humillan la holgura de su pecho
las horas y las hordas que cohabitan entre hados y almohada.
Ahíto de ahuecar los charcos de su pena,
de luchar contra el hielo que sus huesos escarcha,
desde que huyó aquella que olvidara
azahares y fechas y hasta su nombre,
hunde su hambre de hembra entre sus hombros,
y deja que el húmedo hálito de la noche
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