22 de agosto de 2016

La espera...

Pasaban los minutos y no llegaba. Miraba al móvil de reojo. Al rato, bajó a la calle por si venía, no fuese que no recordase la dirección que le diera. Subió, cada vez más nervioso, y se acodó en la ventana. Vio pasar un coche y se relajó, creyendo que era el suyo.
De dos en dos a bajó los escalones y, pasados unos minutos, subió exasperado. La impaciencia le hacía caminar de la ventana al teléfono, por si por alguna razón (imposible) no hubiese escuchado el timbre de llamada. Pasaron las horas, trepaba la inquietud, se encrespaba la desesperanza…

Avanzaba la tarde, cuando, rendido y pesaroso, admitió que, una vez más, le había dado largas… el fontanero.

©Trini Reina
13 de agosto 2012
Imagen de la Red

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