retirar las frazadas que aguardan el peso del cansancio,
extender los centímetros del esqueleto maltratado,
cubrirse hasta el embozo.
Y rogar
qué la noche despeje sus lienzos,
que ignore las galerías
inacabables del duermevela,
que vuele, ave sin reposo, hasta posarse
en la cumbre violeta del alba.
Abrir los ojos
y que el silencio único del intervalo susurre
que se esfumó la catedral de sombras
y sus fantasmas libertados.
Que ya germina la aurora,
la luz curativa,
el privilegio sin cábalas del día.
©Trini Reina/junio 2016
Obra de Bertin Roland
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