Cuando la angustia aparezca,
déjala a las puertas de la escarcha,
no le hagas cuna
ni le cedas manto,
aleja de ella tu seno,
sella tus sienes a sus loas,
confronta a risas su perfidia;
aunque por dentro creas de gris morir.
Porque si descuidas tus puertos cálidos
y la acunas,
o le das abrigo,
en tu corazón sus zarpas harán cavernas,
y su voz, de malsano almíbar,
será enredadera que avance
y hospede
en tu cuerpo confundido.
Desata,
desata los lazos de la alegría,
y sea ella el arma rumorosa
que ahuyente los grises y la muerte.
Obra de Martha Escondeur
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