Con voz de invierno
llega abrumando tu alma
hasta hacerla zozobrar.
Es como un animalillo
- a veces comadreja-
que precisa ser eje de tu constelación.
Su constancia eleva tu pálpito,
y aturde la paz del pulso.
Un temor impreciso te ciñe
a ese vértigo de escarcha
que fragua iglús en tus costillas.
Y, aunque vistas de plomo,
aunque cedas las llaves del temor
a la indolencia,
aunque asordes los tímpanos
al redoble febril de su presencia
regirá tu temple conciliador
en cláusulas vencidas e inútiles causas.
©Trini Reina
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