reposa
sus cabellos un hada trashumante
que
susurra a mi oído paz, poemas y alquimia.
En
el borde opuesto,
un
ángel pinturero ubica sus huesos
e
impone a mi sentido labores, grilletes y entereza.
Y,
en el centro,
yo
entre las sábanas tolero,
alunada,
el absurdo alboroto,
la
pugna insensata,
la
palabrería.
Y,
declarándome
soberana
de mi desvelo,
obvio
la disyuntiva,
insto
a la oscuridad,
exhorto
al silencio…
Y
me dejo poseer
-rendida
razón y cuerpo-
por
las celestes virtudes de Morfeo.
©Trini
Reina/Febrero de 2017
Pintura de William Orxen
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