A mi hijo
Contener las armas,
la traición,
la derrota,
la desventura:
atajar las espadas
que se acerquen a tu frente;
Resguardarte constante
hasta las nubes.
Que nada ose tocarte
con las uñas de la providencia.
Preservarte es mi oficio,
hilandera del absurdo soy
y, apenas desnuda,
me enfrento a los vientos
que te acordaron.
Rebulle el afán en su hoguera,
la sal de mi sangre en su agonía,
la fuerza y la oración rebullen,
en obsesión delirante.
Preservarte
de tus días de miedo,
de tus estrellas inconstantes,
de las oscuras cuerdas que te guían,
de las agujas del desorden.
Y cambiar tus lágrimas por mayos
y tus eneros por alegrías.
©Trini Reina/Mayo 2014
Obra de Joaquin Sorolla
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