El
ficus añora sombra,
amarillea
en la siesta que lo inflama,
aromas
de julio ardido,
tarde
de estío encandilada.
La
calle, ascua efervescente;
fiebre,
el viento en las ramas;
el
jardincillo cruje y
revive
memorias de agua.
Sobre
la púrpura pizarra
un
jilguero yace
-la
muerte se sienta en sus alas-;
Las
tejas, tacto prohibido
cuando
la noche escapa.
Canícula
que se engrandece,
la
sed territorio reclama;
el
polvo suspendido, bruma
que
en el aire viaja;
el
parterre se crece
al
verdear de mi mirada.
Tarde
de julio
por
el sur aleonada;
y
en mi piel…
las
horas se derraman.
©Trini
Reina/2009
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