Corre, grita, sal de la pena.
y sus míseras miserias.
¡Basta!
Frena al miedo y regresa
de ese páramo perverso
sin lunares ni violetas.
Deshazte del llanto
y sus íntimas cavernas.
Huye de lo evidente
y obvia su estridencia.
Habilita la esperanza
y, sin asomo de pereza,
ondea el pañuelo y al
alza
promulga la entereza.
Que se estrangule de
asombro
el espectro de la
tristeza.
Fénix te cede las alas,
sé tú el orgullo de su
cadencia,
la victoria te arrulla,
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