El acero domina las líneas, bóveda y suelo crujen de asepsia y en las esquinas bosteza el último dragón con que soñaste.
Pesa el silencio
que te amortaja. Como a plomo desciende sobre este espacio la ceniza que te reclama.
Nadie vino a interrogar por tu destino y sólo el aire conoce las letras de tu
nombre. El frío es la cuna que acoge la póstuma gota de tu sangre ultrajada.
Tan olvidada eres en tu cadáver como ignorada fuiste por la fraternidad que
pregonan los falsarios.
Implacables
fueron los jóvenes años que se te concedieron. Nunca transitaste a piel
completa la alegría. Posiblemente, allá en tu ancha tierra, algún instante la
vivieras, pero tan lejos quedó en el ayer que acaso creyeras que lo
conjeturaste.
Y se paró tu
tránsito, cuando ya la noche se rompía, en esa tarde adversa de jueves,
bajo los rótulos de una ciudad tan
hermosa como, para ti, ajena.
*
Duele este abandono que te parte y reflexiono sobre
la armonía de la que tal vez ahora
goces, ya sin el contra respiro que la vida te brindó.
©Trini Reina
Enero 2011
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