Soñando…
Te vi. Llameaba el silencio en las afueras. La madrugada me cautivó con su pórtico de estrellas. Venías despacio, escoltado por la luna; las nubes esponjaban tu camino. Apareciste ante mí y creció el hechizo. En el hueco de tus manos germinaban las flores del deseo. Tus dedos tiñeron de rosa mi piel y prendieron rumores en la sangre. A ti se aferró mi cuerpo, entregado; mientras el alma, en su hueco, festejaba la armonía.
Y todo el cielo fue nuestro…
Desperté.
Al inaugurarse la aurora, mi mano viajó buscando tu cuerpo, pero sólo las sábanas, en su frialdad, la caricia recibieron. De repente, se deshizo la quimera. Se diluyó la dicha del claro sueño. La realidad me besó la frente con sus labios helados. La ausencia se coló por todos los poros, hasta impactar con la ingenuidad del corazón. La mañana, impaciente, azotaba mis ventanas, con la crudeza de lo real. Y, en el jardín, los pájaros desataban la algarabía. Recordándome que, a pesar del desarraigo, el mundo no cesa de girar.
Y la Tierra me abrazó…
© Trini Reina
07/05/2005
Octubre 2012
Obra de Sally Storch
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