21 de septiembre de 2009

Presencia de ausencia

Imagen de la red

La cerradura es un cascabel bronco que hace eco en las esquinas. Alguien penetra en esta tumba de ahora, que tanta vida tuvo antaño. Las huellas de un ser que se duele ante el atroz vacío que le recibe, dejan marcas en las losas empolvadas. Unas lágrimas sin venia caen, a manera de salina cellisca, sobre ellas.

¡Qué helor reina en el hogar! El aire viciado que lo ocupa tirita de insonoridad. Los muros perdieron perfiles y se resienten. Los aposentos exudan humedad, y las ventanas, al sol cegadas, gimen al compás de los cristales destronados. Un halo impaciente recorre la cocina. Allí se apolillan los utensilios que olvidaron la luz del agua. Los visillos imperceptiblemente se mueven, como si una mano sin materia los acariciase, en un inútil afán de que el calor del día vuelva a penetrar en la frialdad imponente.

Huye, asaetado por la soledad, el visitante, quebrado el respiro. Y cierra tras de sí las puertas de la casa malherida. Nunca fue tan consciente de que aquella que le dio la vida ahora sólo es ausencia.

©Trini Reina
Septiembre de 2009

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