Porque hay besos que no se olvidan
así toda una vida pase,
y a mí no se me va,
ni de la memoria ni de la sangre.
Aquel que tú y yo nos dimos
al amparo de las sombras
de un crepúsculo salvaje.
Que con la tinta de su fuego tatuó
para siempre en mi corazón
la agridulce locura de amarte.
Y ni el tiempo, que todo lo lima,
ni la distancia, la ausencia o el esperarte,
consiguen extraer de mi memoria
aquella muestra de pasión exaltada
de reminiscencias inolvidables.
17/12/2006
©Trini Reina
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