que de alba a ocaso
cruza la avenida sin nombre.
Sobre la ciudad
la noche revela
delirios y espectros
y en los bulevares se exhiben
derroches y mentiras.
Son gallardas las farolas
y altas las sombras
que entintan las esquinas.
El aire juega a los misterios
con las torres aledañas.
Y el sordo ladrido de un perro
armoniza con el silencio de templo
que escapa de los edificios.
Son lentos los pasos del transeúnte
que posa -sin verme-
los ojos en la ventana,
como si intuyese
la urgencia que origina mi desvelo.
Aunque jamás sabrá la holgura
del mordisco que lo causa.
6 de mayo de 2012
Pintura de Federico Zandomeneghi
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