23 de noviembre de 2015

Espigas...

El deseo se encabrita y enerva
como una ola en pos de cien orillas.
La piel requiere, exige,
implora fuentes para ese incendio entre luces
que define la hoguera de las ansias,
y en el que sólo, sólo un cuerpo
-entre infinitos-,
sabrá  colmar el hueco de esa mordedura
que espinada late.

Y durante este exilio
se  engaña al vientre impúdico
con mentidas llamas
y se trasueña con fingidos alquimistas
y con fábulas,  se embauca a la ausencia,
y con angustia se salmodia
-sin éxito-
al sueño mientras, el dios carnal,
lejos de sus ascuas nos arroja,
y la sed hacia unos labios
se mide por hectáreas.

No, no brillará más sobre este páramo
el astro sólido de la pasión,
ni germinarán  magnolias en la soledad que le fecunda.
No, no habrá témpanos para fundir estas espigas,
ni retornará el deseado,
trayendo para el goce el fuego de su sangre.
Su sangre, púrpura y  festiva.

©Trini Reina
12 de noviembre de 2010
Pintura de Isabel Navarro Verdú
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