Hoy el niño ni hace los deberes
ni duerme la siesta.
Da saltos y patadas y gritos
a la manera de los estadios.
Sus zapatillas sueñan goles
y sus manos paradones imposibles.
Dos sillas conforman la portería
y la mesa ejerce como árbitro.
En la grada de preferencia,
la hermana, lejos de suspender el encuentro
anima al delantero, cual forofa.
Los lances del partido se alargan
a través de la tarde
en este inesperado evento
doméstico-deportivo.
En el penúltimo saque de esquina
rugen las paredes, aplauden los cuadros
y parqué reclama penalti.
A dos minutos del descuento
aparece la madre exigiendo el pitido final.
Y el niño - apenado- renuncia al balón
y desciende al túnel del cuaderno.
Marzo 2014
Pintura de Harald Giersing
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