26 de abril de 2016

Negro sobre blanco

En la estación de la ciudad olvidada, una mujer, que se parece a mí, se adentra. Vestida de blanco parece una esfinge: el pelo, renegrido; de azul moribundo su mirada; la tez de jaspe…
Hace años que no se detienen aquí los trenes. Ni siquiera los raíles se salvan del desamparo. En los andenes, el óxido y la hierba batallan por la supremacía. Por las sucias claraboyas laterales penetra una luz macilenta que crea arabescos en el polvo y al espacio envuelve.
Allí permanece enajenada. Sola e inerme sobre la tristeza latente. Una ráfaga de viento cavernal zarandea su falda y el abandono cala el blanco paño de su abrigo. Pasa el tiempo. Acaso horas o minutos, o un instante.
Desde la nada surge un pájaro de formidables alas y negras. La sobrevuela y con un trino de ultramundo se lanza fiero sobre aquella mujer. Ella  reacciona y huye. Corre. Su aliento es un trapecio alocado. Corre. Gira. Busca la salida. No la encuentra. Grita, llora, grita… Despierto.
©Trini Reina
Mayo de 2013
Fragmento de una pintura de
Ernest bieler

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