tu pelo que se aclara.
Ni diluvien el trigo de tus ojos,
ni dicten la fiesta de tu risa.
Que nada intimide la locura pagana
de tu aire
ni ose arrebatar la certidumbre a tu cordura.
Que la serenidad se siente en tu porfía.
Que el sol que entretejí, allá en mi vientre
(pésima zurcidora fui),
fluya con el celo que fuera hilado,
y disipe las brumas de tu sienes.
A ti, tan denso…
Denso como el conjuro
al que no da tregua mi garganta.
A ti, constelación de mi alegría,
laguna de mis pesares.
A ti, órbita de mi espíritu,
nueve lunas de mi sangre.
Que te sea atenuada la travesía
que te provenga en adelante,
la suma de tus edades.
A ti, de esta loba que te obligó a la vida.
De esta la loba: tu madre.
©Trini Reina
Mayo 2016
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