Una mansedumbre violeta
comparte conmigo la tarde;
el fulgor extremo de agosto
se muestra deslucido.
Calla el viento,
el tráfico,
la cotidiana musicalidad de los días,
la memoria…
Hay en el aire una calma chicha
que desborda.
Los latidos
se dejan llevar por el amarillo instante
y la sangre se desliza demorada.
Se diluye el cansancio
y espesan los miembros,
mientras una serenidad
-casi insana-
se abre paso y desciende
volviendo esponja al alma.
Esta tarde es un paréntesis
tierno,
leve,
delicado…
en la arcilla caliente del verano.
©Trini Reina
Agosto 2011
Agosto 2011
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