la
helada llama de tu templanza,
el
paraíso de saber que estás,
la
fiesta inédita de tus manos.
No
es caro regar estos jardines,
sembrar
flores de a poco en las aceras,
cubrir
con alas las calles cotidianas.
Aparecer
de tarde en tarde
como estrella cautivadora.
Es
fácil dar de beber
a
éste pájaro sublimado de desiertos.
Un
leve viajar hacia el incendio
y
apagar a ternuras soledumbres.
No.
No
es peligroso demorarse
en
este país tuyo y mío,
tan
azul…
10 de Noviembre
2011
Obra de Vyacheslav Korolencov
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