Exhortados por el deseo,
comparecemos
en el lugar preciso
que nos asigna la noche.
En nuestra piel,
la llave de lo que nos pertenece.
Conscientes,
cavamos perímetros
y equilibramos alcores
hasta desangrarnos
y revivirnos.
Y ahí quedamos,
prendidos
en el instante
de la isla efímera del tacto.
©Trini Reina/2009
Obra de Claude Théberge
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