Nadie la silencia. Nadie. Suena la alarma de un coche bajo mi ventana. Suena, suena, suena… Nadie acude a detener ese sonido impertinente. Pasan los minutos, se suceden los portazos, los precipitados pasos en la escalera, unas llaves que al mármol caen, la maldición…
Suena, suena, suena.
De repente, el paréntesis, el tremendo silencio que sucede al espanto del ruido.
Luego, lentamente, retornan los sonidos cotidianos que, ahora, tras el estrépito, incluso parecen soportables.
©Trini Reina
abril 2014
Pintura de Ernest Descals
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