Se fue
arrastrando
sus aires de niño
que
todo sabe;
de
hombre al que nada hiere.
Partió,
trastocado
de silencio
y
barajando sombras la mirada.
El
peso del adiós,
pluma
sobre los hombros
y
burbuja en el espíritu.
Se
fue.
Una
breña de sal en la garganta
-a
la que negó génesis-
y
la faz de la cobardía
desmayada
en los labios.
En
las manos, naufragando,
las
simientes del amor
que
nunca cultivara.
©Trini
Reina/mayo 2009
Obra de Dima Dmitriev
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