Yo dejaba pasar los días
como quién siente
indiferencia por la muerte.
Como quién jamás
libó la dulce primavera,
como quién nunca
oyó la risa de la suerte.
Tú venías desde el poniente.
Desde allá donde nace la lluvia.
Traías en las manos
voluntad y lirios,
y el trigo, en tus ojos, florecía.
Y en el valle de mi cuerpo,
que de sombra adolecía,
la estrella de tu boca
-a
besos-
incendió,
Obra de José Zapata Bautista
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