20 de enero de 2018

A veces, una isla...

El vaivén de las piernas
contra el malecón,
campanas del fastidio.

El bullicio de los chiquillos en el patio
-¡qué ancho!-
compitiendo con la fiesta
de los jilgueros anidados en las moreras,
la fuentecilla, empapada de risas
y el sol, incisivo,
suspendido en el recreo,
volviéndolo tan largo...

Y la soledad, traspasando
aquella isla de sietes mayos,
que contaba los minutos
-para la conclusión-,
ajena a aquel océano diario,
meciendo su angustia
en el arrecife del malecón.
©Trini Reina/2010

Imagen tomada de la red

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