Llueve sobre las cinco
de este festivo de emblemas
defendidos.
Llueve
-como sin querer-
leves gotas de agua
leve
sobre la calle, sin un
alma.
En la sala semioscura
la soledumbre se
acrecienta y me ciñe
como inoportuna resaca.
La víspera enerva sombras
y en el jardín de
enfrente se confunde
el pino y la araucaria.
El silencio ya es
bullicio
amenazando mi coraza.
Cuando asoma la noche,
el abandono cobra dolor
y morada.
Es festivo y llueve.
Y mi razón, cabizbaja,
otorga nombre a sus
lágrimas.
©Trinidad Reina/2018
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