Crece
la noche
audaz
y descarnada,
sin
opción al exorcismo.
Inalterables,
sus
velos de tiempo desafían al aire
y
alcanza su cenit
en
el ojal de la madrugada.
Mis
ojos, tocados de angustia,
por
la expiración de la esperanza,
por
la osamenta de lo innegable,
por
la crudeza que al sueño impone
la
faz lobuna de la certeza,
permanecen
de par en par
y
sonámbulos.
©Trini
Reina/2018
De
“La aridez de la tormenta”
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