Obra de Constance Charpentier
Asperjadas hebras de plata
en su cabellera crespa.
Era indómita y atractiva,
briosa y altanera.
Fruta en sazón,
cautivadora y morena
-como su tierra-.
De perfil dulce su boca,
la sonrisa perpetua.
Un día se quebró su risa,
la mirada se le hizo hoguera
perdió luz su semblante
y fantasma simuló su esencia.
El príncipe de su leyenda
partió para olvidarla.
Transida en soledad
su espíritu vaga.
©Trini Reina
21 octubre 2004
Reescrito en noviembre 2016
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